El público español conoce a Banks por sus dos vertientes como escritor: cuando hace ciencia ficción es bueno, baste con recordar la Serie de la Cultura. Pero cuando escribe cosas como estas es mejor. Sus libros de mainstream (por calificarlos de alguna manera) son insuperables, dotados de una profundidad asombrosa, un sentido de lo terrible y del humor que raya en lo malsano pero que sin embargo le devuelve al lector una humanidad que quizás hace tiempo que no encontraba en otros libros. Banks es un escritor de descenso a los infiernos y esta novela es el mejor ejemplo de ello, aunque no se quedan atrás otras obras de Banks como The Crow Road (otra novela con comienzo espectacular), Cómplice o la aparentemente inofensiva Espedair Street . La lectura de un libro de Banks debería ir acompañada de un aviso del tipo Léalo por su cuenta y riesgo.
O de un Abandone toda esperanza el que entre aquí.
Frank vive solo en una isla de la costa inglesa con su padre. Y Frank es un asesino con una sorprendente declaración de principios:
Hace años que no mato a nadie, y no pienso volver a hacerlo nunca más. Fue solo una mala racha que estaba pasando.
Las víctimas de Frank son mayormente sus familiares y conocidos. Y los métodos utilizados son de lo más sorprendentes: Una cometa; una serpiente; un martillo y la ingenuidad de un hermano…Y la vida mental de Frank también es de lo más sorprendente. Los
personajes de Banks pueden ser definidos mediante una frase del estilo "tienen una extraña relación con la realidad" (Pedro Jorge Romero dixit), lo cual no significa que la novela pertenezca al género fantástico, pero aún así Frank vive inmerso en un mundo de creación propia plagado de signos y portentos, entre ellos la mismísima Fábrica de las Avispas, el ingenio oracular en el cual Frank lee el futuro mediante el sufrimiento y muerte de los citados insectos (Frank, después de todo es un genio para lo macabro). O la geografía imaginaria, como los Postes de Sacrificio descritos al principio de la novela, el Búnker o el Parque de las Serpientes, en la cual se mueve Frank, llena de hitos de pasados combates con seres de lo más diverso (conejos y perros en el universo de Frank son cosas bastante peligrosas). Sin embargo Frank es consciente de que vive en un universo personal que el resto de la humanidad no comparte.

Y a él le gusta así.

Es una elección personal consciente.

Las motivaciones de Frank para cometer sus actos de salvajismo y muerte son complejas, pero no totalmente ajenas a lo que el lector puede llegar comprender Banks consigue que el lector establezca una cierta empatía con Frank, aunque sea un bastardo psicótico. Sólo como ejemplo, el comienzo de la novela nos presenta a Frank enfrascado en una épica pelea a muerte…con un conejo. Pelea que Frank termina haciendo un sorprendente uso de explosivos caseros y generando así una nueva pieza de geografía frankiana que añadir a ese mapa por el que el lector navega constantemente y que la novela descifra para él mediante la voz de Frank. Poco a poco se van añadiendo detalles, racionalizaciones por parte de Frank sobre su comportamiento y confesiones abiertas de culpabilidad.

Por último dos cosas:

Primero, el nombre de Frank es por Frankenstein, un Frankenstein a la escocesa como en Pobres criaturas de Alasdair Gray, sólo que esta vez moderno en vez de victoriano, pero curiosamente muy similar en determinados aspectos, tales como su relación con el sexo (con el género, mejor dicho) y los códigos morales de criaturas aparentemente amorales (Frank, después de todo, no está completamente loco). Este libro reta a establecer al final una lectura feminista con un cierto elemento sarcásticamente freudiano que contribuye a que el lector se de cuenta de la tragedia final que se ha estado gestando durante todo el libro: un enfrentamiento final entre hermanos, la revelación de un terrible secreto, explosivos caseros y perros en llamas.

Y segundo: Si creen que la historia de Frank es desagradable, esperen a oír la de su hermano mayor superviviente. Eso si que es desagradable.

Con mayúsculas.

DESAGRADABLE.

Imprescindible, violento y digno de admiración.

Y si les gusta esta, no dejen de leerse Cómplice, también en Mondadori.
© Xavier Riesco Riquelme 1999
Viaje a la historia de la publicidad gráfica. Arte y nostalgia
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