TOPOGRAFÍA DEL DOLOR

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Tuya es la voz

Amelia Díaz Benlliure

Los Libros de la Frontera.

El Bardo, colección de poesía, Barcelona, 2013, 68 págs.

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tuya_es_la_voz

por Anna Rossell

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Hay una poesía tallada con el cincel de la razón, de arquitectura sopesada, construida desde la distancia reflexiva y analítica, y otra esculpida desde la herida abierta, escrita desde la inmediatez del dolor profundo y vivo, que busca en las palabras del poema el alivio que procura el saberlas pronunciadas, ver mitigado el desconsuelo en el momento en que adopta forma y cristaliza en verbo. La poesía de Amelia Díaz Benlliure (Castellón, 1959) pertenece a esta última especie.

 

Tuya es la voz es un poemario dedicado a un ser querido, es fruto de una vivencia personal de la poeta. Sin embargo Díaz sabe encontrar un registro que eleva esta experiencia a la categoría de universal. Así podría decirse que este libro es un homenaje a las víctimas más sensibles de las guerras, los niños a quienes se ha arrebatado el esencial derecho de la infancia, que han visto morir a sus seres queridos y cuyo alimento ha sido el sufrimiento y la frialdad que inocula la ausencia de cariño, la que se respira en un lugar que no es lugar y que marca para siempre la vida.

El poemario es un recorrido por una de estas vidas, que podría ser la de tantos otros de su misma condición. El punto de partida es la agonía, el tormento que, eterno compañero fiel del tú que evoca e invoca la voz poética, protagoniza el tránsito de éste hacia la muerte. La voz poética rememora, desde este punto agónico del invocado, el sufrimiento de toda su trayectoria vital, al tiempo que refleja la infinita ternura que éste suscita en el sujeto poético: “Sus manos contaron memorias/de los niños sin padres/recluidos entre sombras,/en templos profanados/tras el exilio de los dioses”. La lectura es pues un viaje por la topografía del dolor, por todos sus repliegues, pero también por la compasión en el sentido genuino de la palabra, por la sintonía y empatía con quien sufre, nos descubre lo más sensible del afecto humano, nos desvela las claves de la compenetración: “Llenaba la piel de gritos/el susurro gélido de sus años tiernos”. La comunión con el dolor ajeno lleva al sujeto poético a la indignación por la impotencia de quien ve en estas vidas marcadas en su inicio un destino recurrente sin alivio, sin salida: “La injusticia, la ironía/de una cinta de Möbius/inmortal”. La conciencia de lo injusto, extremada a la vista de la aflicción ajena, deviene culpa en la voz poética, una culpa heredada por el dolor causado en todo el universo, como pecado original que, en nombre de la humanidad entera, se manifiesta en forma de oración: “Pido perdón/a los hijos del Hombre,/a los hijos de los hijos del Hombre.//Perdón/por los cántaros vacíos,/por cada cauce desierto,/por infringir los eriales, perdón”. No hay consuelo para el padecimiento, ni catarsis trascendente. Al contrario, la pena se extrema más aún ante la comprobación de que el descreimiento vence sobre la fe, último baluarte de esperanza: “La fe se reía como arena/huida entre los dedos,/cuando se quiere atrapar/un pretexto de esperanza”. O bien: “[…]. Tenías hambre./Sentías miedo./Tenías hambre./Dios no existía. […]”. La experiencia del mal, ejercido por la criatura humana y traducido en dolor para la criatura humana conduce al sujeto poético a la indignación y a maldecir a un Dios en el que tampoco él cree: ¿Y Tú?/¿Dónde estás ahora?/¿Por qué no regresas/para refundar las piedras/y expulsar/a los dueños del mercado?/[…]”. Si bien no hay redención, sí al menos el bálsamo de la poesía para aplacar la angustia de una existencia desprovista de todo: “La eternidad llegó/en papeles que envolvieron/cada uno de los versos/[…].//Ellos fueron, al fin,/[…]//La luz de todos los terrores”.

El poemario, concebido como un único poema, un largo lamento de principio a fin, está dividido en diez momentos poético-emocionales, que ocupan las páginas de la derecha y rememoran la vida del doliente reviviendo el tormento pasado, mientras que en las páginas de la izquierda se compone, en cada caso y en letra cursiva, el poema sobre el correspondiente de la derecha, una reflexión desde el momento actual de la voz poética, que a la vez que rinde homenaje a los más vulnerables, alza su voz contra la desmemoria, entregando el poemario al recuerdo: “Nos reclaman desmemoria/quienes riegan crisantemos./En vano arrojan guijarros/sobre los úteros vacíos/de la Tierra”. Haciéndose eco de la poesía visual, los poemas juegan a menudo con el diseño de un dibujo, que aporta un componente estético añadido.

De Amelia Díaz Benlliure se ha publicado también en España el poemario Manual para entender las distancias (2011).

 

© Anna Rossell 

El retorno de Filip Latinovicz_Miroslav Krleža

El retorno de Filipo Latinovicz_Miroslav KrlezaMiroslav Krleža (Zagreb, 1893-1981) es una de las figuras más importantes de la literatura centroeupea y uno de los más aclamados autores croatas. Eso dicen los entendidos, porque para servidora, no deja de ser un agradable y agradecido descubrimiento.
Participante en la I Guerra Mundial y antimilitarista convencido, dicen de él que es autor de explosiones y excesos literarios. Una voz que se eleva fuera de tono y convence más allá de las fronteras que no tiene.
La historia narra el retorno de un artista, en plena crisis creativa, a su tierra, a sus más atroces recuerdos y a cómo revive, pasados los años, la relación con su madre y con el entorno de ella, ahora decrépito y decadente.
El protagonista se siente, recién llegado, como un espectador fuera de si mismo, sobrevolando lo que ve y a quien ve. Poco a poco se introduce de nuevo en la sociedad de la que escapó, una rancia nobleza, pendiente de ocultar sus bajezas, tal vez, para alargar en el tiempo un tiempo ya terminado que no habrá de volver. En su retorno descubrirá, también, a una curiosa mujer que obrará mucho en su vida.
Recurrente es el tema de la crisis, personal, social, política, artística, de valores al fin, que sitúan al lector en la convulsa realidad de los años 30.
Un gran texto, denso, cargado de sensaciones, donde sorprende la delicadeza, la rudeza y la capacidad para describir las imágenes de la realidad que envuelve a un artista del lienzo, de forma que se pueden “ver” los cuadros que se pintan en su propia imaginación, con sus colores y con todos sus detalles.
Jadranka Vrsalovic-Carevic, la traductora, merece el mayor reconocimiento. La traducción al castellano es, sencillamente, espectacular. Se entiende que la materia prima sobre la que ha trabajado es de calidad, pero mantenerla en la forma en que ella lo ha hecho, es de un mérito destacable.

Los años de peregrinación del chico sin color_Haruki Murakami

Los años de peregrinacion del chico sin color_Haruki Murakami

¿A qué se enfrenta un hombre sin color, derrotado por la sociedad, por su círculo más íntimo y arraigado?  Se enfrenta a si mismo

Y si no es capaz de comprender, de entender, las razones de ese involuntario aislamiento, se enfrenta a algo peor: al vacío. Ese vacío que llevará al protagonista al borde de la ruptura más drástica consigo mismo y con el mundo, que hará que el suicidio y la muerte sea la única alternativa.

A partir de ahí, del fondo del vacío, sólo la voluntad le hace levantarse para ir descubriendo su color en el mundo.  Centrado en sus estudios, emerge como un hombre capaz, activo y sobresaliente en su campo.

Durante años, la incertidumbre acerca de lo ocurrido en el pasado le va reconcomiendo; alguna vez buscará la amistad, sin ataduras, y otras veces  buscará  sexo, sin complicaciones también. Elementos necesarios para caminar sin ver el paisaje.

Sólo cuando necesite entregarse por completo, será cuando se vea apremiado a hurgar en el pasado, a descubrir lo acontecido y a bucear en su propia historia. Descubrirá así, la razón de la  segregación a la que se ha visto sometido, sus propias paranoias mezcladas con la realidad que le irán completando los colores de un cuadro pintado en la juventud.

Su pandilla, su sostén juvenil y cordón umbilical con la sociedad, el rechazo al que se ha visto sometido por sus integrantes y todo lo que nunca supo de sí mismo y de lo que él creía el centro de su universo. Los amores adolescentes, las fantasías reprimidas, las curiosas relaciones sociales que se establecen mediante la pertenencia, o no,  a un lugar determinado o la solidaridad que une a personas del mismo sexo, por el mero hecho de serlo.

Todo sale a la luz, únicamente, cuando se vuelve al pozo.

UNA PREMONICIÓN DE ACTUALIDAD

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Joseph Roth, El Anticristo,
Introducción de Ignacio Vidal-Folch,
El anticristo (J.Roth)
por Anna Rossell
Trad. de José Luis Gil Aristu,
Capitan Swing, Madrid, 2013, 224 págs.

Increíble, por clarividente, este ensayo del austríaco Joseph Roth (Brody –Galitzia-, 1894-París, 1939), escritor y periodista prolífico y brillante, que es hoy aún de rabiosa actualidad. Publicado en 1934, fruto de una poderosa capacidad de observación de los signos de los tiempos, el autor nos brinda una magnífica reflexión sobre los males que amenazan al género humano con el cataclismo universal. Roth, quien ya en 1923 -fecha en que se comenzó a publicar por entregas su novela «Das Spinnennetz» («La tela de araña») en el diario «Arbeiterzeitung»-, que sorprendió al mundo con la lúcida profecía anunciadora del fatídico nazismo, sigue en su «Anticristo» dando muestras de la misma agudeza premonitoria. Él, que reprochó a la «Neue Sachlichkeit» («Nueva objetividad») construir una literatura sólo con los puros hechos, muestra cuál es su concepción de la literatura yendo más allá: no sólo describiendo sino interpretando los acontecimientos.

Roth, nacido judío pero convertido al catolicismo, revela en este libro, a pesar de su juventud, una portentosa experiencia y madurez. Si bien, como ya se echa de ver en el título, «El Anticristo» está escrito desde la perspectiva de la fe de su autor, éste dota a su ensayo de un registro metafórico, que le otorga la validez universal de un clásico. A pesar de que elude a conciencia nombres de países y de personas, Roth no renuncia a escribir con meridiana claridad sobre aquello a que se refiere; al lector no le queda duda alguna. Llevado por una profunda convicción religiosa en el sentido más genuino de la palabra, Roth llama «Anticristo» a cualquier actitud ambiciosa, hipócrita, explotadora y dominada por el prejuicio. Estructuradas en doce capítulos, por sus páginas desfilan, inconfundibles, todos y cada uno de los fenómenos de la emergente modernidad que sentó los pilares del pasado siglo XX: la rutilante superficialidad de la industria cinematográfica de Hollywood, la nueva arquitectura, el socialismo soviético, el sionismo, el antisionismo, el ascenso del nazismo, la dialéctica de la democracia y la manipulación de masas. Roth no deja títere con cabeza. Así llama “nuevo hombre” a “aquél en quien ha comenzado a actuar el Anticristo” y detecta tal actuación en la pasión embriagadora por la riqueza material y en la frivolidad que se respira por doquier en los EEUU, en los desmanes de los especuladores del capitalismo codicioso, incapaz de producir felicidad; en la ciega cicatería materialista de la URSS, en la connivencia por interés del Vaticano con los poderes fácticos del mundo. En definitiva, Roth llama «Anticristo» a las amenazas que ve proyectarse en la modernidad emergente y a la desespiritualización general que se impone por doquier. Adelantado a su tiempo, «El Anticristo» es, más allá de todo esto, un alegato contra la expoliación de la tierra, una advertencia que ve en el desequilibrio ecológico y la deshumanización -consecuencia inmediata de la explotación petrolífera y la fabricación de armas químicas- la vorágine que lleva a la definitiva catástrofe.
Con un lenguaje tan plástico como el de una película expresionista, Roth describe la excavadora como un monstruo, una máquina infernal de destrucción. Su admonición acusatoria de que en un extremo del mundo tres hombres estampan una firma y en el otro miles se ven sumidos en la miseria es, en nuestro mundo globalizado, de la más descarnada actualidad.
Con buena dosis de sarcasmo Roth se despacha a gusto con todo lo que le parece denunciable, incluyendo a sus propios jefes, Benno Reifenberg primero y Friedrich Sieburg después, del periódico «Frankfurter Zeitung», del que Roth era en aquellos años corresponsal en el extranjero, y a quienes el autor llama irónicamente «El señor de las mil lenguas». Por encargo de Sieburg, Roth se desplazó a los países de los que habla.
Cabe destacar especialmente la interesante reflexión que aborda Roth sobre el fenómeno del cine, que el escritor considera uno de los primeros y más esenciales síntomas desespiritualizadores y al que dedica varios capítulos específicos –Entre nosotros y la gracia de la razón se ha interpuesto un poder y Hollywood, el Hades del hombre moderno-, pero que ejerce de hilo conductor en todo el ensayo.

© Anna Rossell

(Publicado en Quimera. Revista de Literatura, nº 366, mayo 2014, p. 57

A través de las mirillas

Cuando te acercas a un libro de Claudia Bürk te puedes esperar un torrente de imaginación hilado por una gran mente preparando historias exclamantes, sorprendentes y desde luego conmovedoras. En esta ocasión, la autora toma un camino diferente, se aleja de lo puramente metafísico y se adentra en relatos arriesgados, duros, sexuales e incluso repulsivos.

Nada que ver, en realidad, con la vida recatada, sana y altruista que dice llevar la autora. Sin embargo, se trata de un libro de relatos de historias muy elaboradas, muy descriptivas, al límite de lo humano. ¿Cómo escribir así cuando no lo has vivido? Ese, así lo creo firmemente, es el veradero talento literario.

Llama la atención que la autora iba para monja católica en su pasado.

Conociendola en persona, la tengo por muy recta y ante todo pudorosa, nada de lo que escribe parece identificarla y a su vez, muchas cosas lo hacen. Es un arte cómo mezcla cosas propias con cosas totalmente ajenas al vivir propio. Cuando leí «La sonrisa del payaso» casi salto del sillón: puro sexo, casi pornográfía. Según comenta la autora, lo ha escrito como rebeldía ante las constantes críticas por escribir de manera demasiado noña y angelical.

¡Pues vaya valentía al escribir tal relato!

Resulta del todo inquietante el hecho de que nunca se nos desvele la realidad al completo a pesar de que el narrador parezca ser omnisciente. Esto se debe a que la autora utiliza en todo momento la perspectiva de sus personajes, narrando en primera persona. Es ésto tan propio de Claudia Bürk: hace creer al lector que capta sus secretos, cuando en realidad jamás habla de sí. Un hábil juego del despiste, como ya lo demostró en «Las nueve ventanas de Jeanne Bardèot» en 2011.

Por tanto, en todo lo que leemos percibimos siempre una verdad oculta, sesgada y parcial. El lector debe deducir, suponer y nunca dejar de leer entre líneas…Es algo que vengo observando, como quedó dicho, en todos los trabajos literarios de Claudia Bürk.

El libro en sí critica con sus historias los juicios que nos hacemos sobre los otros. La autora pretende advertir y escandalizar, (si, ésto último como elemento clave y protesta).

Escandalizar, tal y como logra en “La sonrisa del payaso” -se que insisto mucho en este escrito- . Claudia Bürk acaba por darle a ése relato un profundo giro psicológico que duele y descoloca por completo. Somos testigos de las miserias ajenas, de lo que juzgaríamos en la vida real, de lo feo y sucio.

Para concluir, diré que lo que me ha llamado más la atención en  A través de las mirillas es la habilidad con la que la autora utiliza el cambio de la perspectiva narrativa y lo que esto provoca en el lector: cambia el tono, el estilo, y la forma de narrar con cada relato. También destacaré esa naturalidad con la que ha escrito “La sonrisa del payaso”, ¿qué pensará su familia al leerlo? Imagino que hasta eso es propósito. Pues alguien que fuera monjita en su pasado y escribe tales barbaridades consigue chocar y dejarme perplejo.

Me gustó como el personaje en “El escritor frustrado” reflexiona sobre la propia creación literaria. Con Detrás de las mirillas I  he de decir que me confundí bastante y fue necesario una segunda lectura para comprender la ocultación de una verdad. Y finalmente diré que, como he venido observando en los demás libros y novelas de Claudia Bürk, en ningún momento descuida el argumento que, en definitiva, es lo que mantiene atento al lector y hace que éste continúe leyendo.

Recomiendo, pues, este libro a todo aquel aficionado a la literatura que busque, además de deleitarse con la lectura, que es lo fundamental, contribuir con la compra de ésta obra a que muchas personas puedan volver a sonreír. Pues cabe mencionar,  que el libro está íntegramente dedicado a personas en exclusiones sociales y afectadas por la crisis, además de que la autora destina el 100% de los beneficios a tal fin, así como a la ayuda de animales a través de donaciones. Recientemente hizo una donación de esos beneficios a Cáritas y así la autora pretende seguir adelante. Es notable, en estos tiempos que corren que alguien renuncie a todas las ganancias para donarlas íntegramente a otros.

 

Librito