Catálogo informal de todos los papas (Javier Pérez)

Catalogo informal de todos los papas

Cuando un novelista especializado en la narración histórica decide abordar una tarea como glosar la larga lista de los papas de la Iglesia Católica, puede contarse al menos con dos cosas: con que va a saber hacerlo ameno y con que tiene una larga y contrastada experiencia en trabajar con documentación de todo tipo.

Este es el caso de Javier Pérez, ya veterano autor de otras obras de carácter histórico, que se atreve aquí a recorrer la Historia de occidente a través de las figuras humanas de los papas.

La verdad es que reconozco que abordé al obra con cierta desconfianza, dado mi escaso interés por los temas religiosos, pero lo cierto es que en la larga lista de 266 pontífices, no creo que aparezca más de una docena de referencias a temas que no sean estrictamente históricos humanos.

La obra se centra fundamentalmente en las figuras humanas de los papas, en las circunstancias de su tiempo y en cómo debieron capear cada uno el temporal o los tiempos de bonanza que les fue tocando, sin perder jamás la continuidad de una institución, la Iglesia, cuya mayor virtud ha sido siempre la capacidad de adaptarse a los tiempos.

En las páginas de este curioso y divertido libro, porque lo cierto es que es divertido, aparecen verdaderos genios de la política, la diplomacia y la organización, tarugos irredentos, santos innegables, hombres soberbios, pobres desgraciados que se pasan la vida huyendo y hasta otros a los que hubo que capturar a uña de caballo para que aceptasen una corona que intentaban rechazar a toda costa.

A su lado nos encontramos a los reyes y los emperadores, amigos a veces. competidores otras, y siempre contrapeso de una poder religioso que sube y baja según la época. Algunos enfrentamientos entre papas y príncipes seculares son realmente épicos, como los que mantuvo Federico II Hohenstauffen con los papas que convivieron con él, otros podrían integrarse en la tragedia y algunos en ala comedia o la picaresca.

El hilo de la obra, estructurada como una simple sucesión de personas, puede llegara leerse como un interminable culebrón de la historia de Europa, desde el Imperio romano a nuestros días. Y el autor no nos ahorra ni sorpresas, ni guiños: desde los sucesores de San Pedro, de los que no se sabe casi nada salvo su nombre, a los papas del renacimiento, pasando por personajes como Silvestre II, un matemático francés elegido papa, que aprovechó la ocasión para acabar con los números romanos e imponer el cero, de origen árabe, porque así se lo había dicho el Espíritu Santo. Tenemos incluso un papa clasificado pro sus contemporáneos como «filósofo ateo», uno que murió de una indigestión de sandía, otro que fue mandado asesinar por su amante por su bajo rendimiento erótico y muchos, muchísimos hombres de buena voluntad que hicieron lo que pudieron y que se enfrentaron a sus contemporáneos con frases como «si queríais a alguien que se equivocase menos, haber elegido a un tipo más listo, ¿no os parece?»

Quizás la mejor virtud de esta obra, aparte de las facilidades que ofrece para acercarse a la Historia, sea la imparcialidad ideológica respecto a la Iglesia: ni defiende a la institución, ni la ataca. Es más: yo diría que el catálogo informal de todos los papas tiene la extraña virtud de no juzgar a nadie. Eser trabajo se lo deja al lector, aunque, a mi juicio, al autor se le nota de vez en cuando cierto afecto, no sé si personal o profesional, por las figuras de los seres humanos sobre loa que escribe.

A mí, personalmente, lo que más me ha gustado es el inmenso catálogo de tipos de personas, de sensibilidades, de caracteres, de temperamentos y de modos de abordar el triunfo y la adversidad.

Más que un catálogo de papas parece un catálogo del alma humana. Y es un placer.

Lo recomiendo.

Julia Manso

Leyendas del Tiempo, Rudolf G. Binding




[Legenden der Zeit]. Narraciones legendarias del escritor alemán Rudolf G. Binding (1867-1938), pu­blicadas en 1909.

Su tema pretende ser reli­gioso, pero totalmente vinculado al mundo moderno: de ahí su título; sin embargo, el autor creyó poder tratar la leyenda sin aquella íntima religiosidad que le es pro­pia. Esto se nota tanto en «Coelestina», la historia de un angelito «caído del cielo» que finalmente se adapta y por medio del amor se aficiona a la vida humana, como en el «Sustituto de San Jorge» [«Sankt Georgs Stellvertreter»], en la que el cielo es consi­derado con demasiada ironía para que pue­da adquirir consistencia de representación. Se trata de que San Jorge quiere tener un año de permiso, pero no consigue encontrar sustituto, un caballero sin mancha ni temor, entre todos los «pobres pecadores» que se encuentran en el cielo. Por esto obtiene del Altísimo el permiso de hacer venir al cielo, por medio de la muerte, al único caballero que aún existe en el mundo: na­turalmente, es un alemán, un oficial de ca­ballería (Binding también lo era), quien, después de haber combatido en África, está gozando de la vida en compañía de dos buenos amigos y una mujer, a orillas del Rin. Cuando llega la muerte, el párroco y el obispo quieren convertir en un «pobre pecador» a este «caballero sin temor», pero Dios en persona interviene y lo impide.

El evidente desequilibrio entre la ironía del tema y la materia religiosa y humana de­semboca muy a menudo más en juego de ingenio que en verdadera poesía. Con El latiguillo (v.), el equilibrio vuelve a resta­blecerse, y en la «Leyenda de la Castidad» la ironía desaparece, mientras se hace sen­tir ya aquella rigidez que será caracterís­tica del último Binding. Aquí una mucha­cha paseando en camisón durante una ma­ñana de verano en su jardín florido, en­cuentra al Niño Jesús, desnudo, en brazos de su madre, y en un impulso de genero­sidad le ofrece, para resguardarle del frío, la única ropa que la cubre. Luego, como una especie de voto, no quiere ponerse nunca más una camisa; la Virgen, secreta­mente, la recompensa, rodeándola de una especie de intocabilidad. La muchacha se convierte en una lozana y hermosa joven, admirada e incluso amada por un antiguo compañero de juegos; pero un misterioso decreto divino parece impedir que los hom­bres puedan acercársele. Incluso el enamo­rado no osa más que cogerle la mano. La joven, presintiendo oscuramente este don, quiere ponerlo a prueba. Va a la ciudad y se pone a atraer a los hombres, va incluso a una casa de prostitución, para ver si por lo menos allí encuentra a alguien que con­siga tocarla; pero el milagro se confirma una vez más, y la joven vuelve a su jardín intacta y pura como cuando salió de él. Pero ha llegado el momento en que el cielo va a levantar el velo que la joven siente como un peso; dos misteriosas se­ñoras, Marta y Magdalena, llegan a una posada próxima a la casa de la muchacha y la llaman para ayudarla a adornarse para una fiesta. Cuando finalmente se queda sola en la habitación, una blanca camisa se presenta ante sus ojos; la joven se la pone como prueba, y en el acto siente que se ha desvanecido el encanto de su intocabi­lidad.

En esta leyenda el mecanismo de la trama queda algo más al descubierto que en otras, donde se desarrollaba con mayor seguridad; con todo, incluso por el estilo y por la elegancia de las imágenes, estas leyendas pueden contarse entre las mejo­res creaciones de Binding.

R. Paoli

Las Leyendas de la Virtud, Alfredo Panzini

[Le fiaba dela virtud]. Así se titula la más famosa colección de cuentos del italiano Alfredo Panzona (1863-1939). Publicada en 1911, en el intervalo entre La linterna de Diógenes (v.) y Jantipa (v.), refleja, tanto en sus temas como en su estilo, la feliz madurez de aquellas obras. En un estilo en que lo narrativo y objetivo tiende a lo auto­biográfico y lírico, y con un tono entre iró­nico y elegiaco, expone las sorpresas y los desengaños que, en la vida moderna, espe­ran a quien quiera conservar la fe en la verdad y en la virtud («La última aventura de Sancho Panza», «Las aventuras de un “Paterfamilias”», «La república de las le­tras»). O, por el contrario, las turbaciones y las nostalgias que siente todavía por el ideal quien se ha refugiado o pretende re­fugiarse en un sonriente escepticismo (como el Lelio de las Tonterías de Noretta, ante la simplicidad y el candor de esta joven parienta suya que va a casarse con el no menos sensato Fabricio). El cuento «Las aventuras de un “Paterfamilias”» evoca las oscilaciones del protagonista entre el cumplimiento del deber y el amor fami­liar, y el deseo de una libre vida de los sentidos, y contiene uno de los más vivos retratos femeninos de Panzini (la bella dama subiendo la escalera); además, en las páginas sobre la «pupina» se contienen al­gunos de los más límpidos acentos de poesía que el amor paterno y la inocencia de los niños ha sabido inspirar a un escritor ita­liano.

A. Bocelli

Leyendas De Las Flores, Mihály Tompa

[Virágregék]. Colección de leyendas delicadamente poéticas del húngaro Mihály Tompa (1817- 1868), publicada en 1853. Junto a las poesías inspiradas en los maestros alemanes del género (E. Schulze, Freiligrath, Rückert), en los dibujos de Grandville (Les fleurs animées, 1846) y en otros más, desde Ovidio a Andersen, hay en esta colección poesías de origen popular, y todas reflejan la delica­deza y la sensibilidad agudísima del poeta. En los «Sueños de la violeta» expresa su ambición («Rosa silvestre en la cima de una colina»), su nostalgia de un gran amor y de tiernas solicitudes («Convólvulo, des­pués lirio de jardín») y la satisfacción de la «violeta» cuando despierta de los sueños trágicos y reconoce sus errores, es una tentativa para animarse a sí mismo, pobre pastor protestante encerrado en su aldea. Todos los géneros literarios hallan su lugar en estas «leyendas», desde el apólogo (los mismos «Sueños de la violeta») a la alego­ría patriótica («La rosa de las nieves») y a la inspiración épica («La batalla de los lirios») hasta la balada popular terrorífica («Baladas del lirio blanco»), etc.

G. Hankiss

Las Leyendas de Ingoldsby, Richard Harris Barham

[The Ingoldsby Legends]. Colección de poesías humorísticas, publicadas en varias revistas y luego todas juntas en 1840, de Richard Harris Barham (1788-1845). Muy popula­res en su tiempo a causa de su humorismo y de sus divertidas y hábiles narraciones, son ejemplos de un estilo inaugurado por Southey y muy mejorado por Barham.

Ha­bía en éste una pequeña vena de poesía, suficiente para hacer aceptar incluso a los más exigentes sus ensayos, que algunos sólo juzgaron dignos de los «high jinks» tan corrientes entonces: gente deseosa de di­vertirse y que podríamos traducir por «chi­flados». Pero más que a la escuela de los simples malabaristas de palabras, Barham pertenece a la de Hood y de Thackeray, el último de los cuales fue uno de sus más inmediatos imitadores en este género. Sin ignorar las «falsificaciones» de Chatterton, Barham dio alegres y hábiles refundiciones, imitaciones bonachonas e inocuas, a pesar de que en su tiempo el autor fuera acusado de intemperancia, de poco respeto a las tradiciones medievales e incluso de parodística prostitución del arte y de poner en ridículo instituciones de la Iglesia de In­glaterra. Es evidente la desproporción en­tre las acusaciones y la inofensiva intención del autor, cuyo lema hubiera podido ser: «Ámame y ríete de mí». Hoy la colección de Barham, que contiene también «leyen­das» en prosa, goza de cierta popularidad, no inmerecida por la seguridad de su mano en el juego burlón y divertido del arabesco y de la burla, que llega a su punto culmi­nante en la «Corneja de Reims» [«The Jackdaw of Reims»].

A. Camerino

Leyendas de la India, Gaspar Correia

[Lendas da India]. Obra histórica en cuatro libros del portugués Gaspar Correia (1495-1565?), publicada entre los años 1858-64.

Es una crónica detallada de las vicisitudes del imperio portugués de las Indias, bajo los gobiernos de los virreyes que se sucedieron desde Francisco de Almeida hasta Jorge Cabral. En el libro primero narra las gestas de Vasco de Gama durante los años 1497, 1498 y 1502; las de Pedro Alvares Cabral, en 1500; las de Joáo da Nova en 1503; de Duarte Pacheco en 1503 y 1504; de Lopo Soares en 1504; de Manuel Teles en 1505, y del virrey D. Francisco de Almeida en 1505-1509. En el libro segundo narra, mes por mes, las empresas del gran Alfonso de Albuquerque, llevadas a cabo en 1509 y luego de 1511 a 1516; las de Lopo Suares, de 1516 a 1518; las de Diego Lopes de Sequeira, desde 1518 a 1521; las de D. Duar­te de Menezes, desde 1521 a 1524; las de Vasco de Gama, segundo virrey de las In­dias y sexto gobernador, en 1524; las de D. Henrique de Menezes, en 1525, y de Lopo Vaz de Sampaio, en 1526. El libro tercero refiere las peripecias sufridas durante la infructuosa búsqueda del famoso y fan­tástico Preste Juan de las Indias, y luego narra las gestas de Pedro de Mascarenhas durante los años 1526 y 1527; las de Lopo Vaz de Sampaio en 1528 y 1529, y las de Nuno da Cunha de 1528 a 1538. En el libro cuarto narra los hechos realizados por D. Garcia de Nohonha, tercer virrey de las Indias, de 1538 a 1540; por Estevao de Gama de 1541 a 1542; por Martim Afonso de Souza de 1543 a 1545; por D. Joáo de Castró, de 1545 a 1548; por F. García de Sá, de 1548 a 1549, y finalmente por Jorge Cabral, el 15.° gobernador de las Indias.

Finalidad de la obra es la exaltación de las gloriosas empresas de los portugueses en las Indias Orientales mostrándolos como elegidos por la mismísima Providencia di­vina. Fuente directa y digna de crédito para la historia del gobierno de Alfonso de Albuquerque, la crónica ofrece numerosas noticias referentes a la organización mili­tar del imperio y sobre los problemas de la colonización, del mestizaje, de la econo­mía y de la diplomacia. El autor interviene casi siempre en la narración de los hechos observados por él mismo o sabidos por testimonios directos, para manifestar sus juicios e impresiones, y revela una sinceridad tan franca en su admiración por Albu­querque y en sus acusaciones a los suce­sores, que se explica perfectamente su trá­gico fin y la cuarentena secular de su manuscrito hasta 1858.

L. Panarese