Es uno de los autores más conocidos del mundo, de modo que me ha parecido que debía incluir algo de Isaac Asimov (nacido en 1920), aunque confieso que no siento precisamente mucho entusiasmo por su obra. Tenía que elegir entre esta novela sobre viajes espaciales o su famosa Fundación (1951–1953), que siempre me pareció sobrevalorada. Es una larga serie de cuentos y novelas cortas publicados en Astounding en la década del cuarenta, reunidos en tres volúmenes, que retoma el tema de Declinación y caída del Imperio Romano, de Gibbon, pero proyectado en un escenario galáctico futuro. Tampoco me atraen las novelas de Asimov sobre robots detectives: Bóvedas de acero (1954) y El sol desnudo (1957). Quizás éstas lo confirmen como la Agatha Christie de la cf, pero, francamente, preferiría leer a Christie. Queda, pues, El fin de la eternidad (The End of Eternity), que tiene el mérito de ser pura cf y, además, una novela. El héroe, Andrew Harlan, es un habitante del siglo noventa y cinco. A los quince años ha sido reclutado como guardia de la Eternidad, y ahora deambula por la corriente del tiempo, ayudando a que la historia humana se mantenga equilibrada y serena. A pesar de ese gran tema, la novela es sorprendentemente descolorida y pobre en detalles. La propia Eternidad es una especie de pabellón de corredores grises que están fuera del Tiempo (en este libro todo está en mayúscula). Comienza en el siglo veintisiete, cuando los hombres logran alcanzarla por primera vez, y se extiende hasta el remoto futuro en que el sol se convierte en una nova (esa gigantesca explosión es la fuente de energía que mantiene a la Eternidad). Andrew Harlan es primero un Aprendiz, luego un Observador, más tarde un Técnico, responsable ante el Consejo de Allwhen. Otros de los Eternos son Sociólogos, Informáticos y Planificadores de Vida. Su tarea colectiva consiste en introducir Cambios en la realidad que produzcan la Máxima Respuesta Deseada con el Mínimo Cambio Necesario. Así eliminan todas las arrugas de infelicidad de la sociedad humana. Si un siglo padece crímenes, adictos a drogas o cualquier otro mal, un pequeño pero hábil Cambio de la Realidad se ocupará del problema.
Es una burocracia monástica, dedicada a los más elevados ideales de castidad y servicio. «Si en la Eternidad hubiera alguna imperfección, ésta envolvería a las mujeres.» Pero no hay mujeres, hasta que un día Harlan descubre a Noÿs Lambent, una muchacha del siglo cuatrocientos ochenta y dos. La narración empieza enseguida a tartamudear en un embarazoso lenguaje rimado: «Harlan había visto muchas mujeres en sus incursiones a través del Tiempo, pero en el Tiempo para él sólo eran objetos, como cajones y bolones, carretillas y rastrillos, manoplas y garlopas. Eran casos para ser observados. En la Eternidad, una muchacha era otra cosa. ¡Sobre todo una como ésta!». El autor parece tan confundido como su héroe; otro de los personajes compara la figura de Noÿs con «una letrina de cuartel», analogía realmente desconcertante. Enseguida Harlan Se Enamora, y he aquí el detonador del drama. A partir de ese momento tendrá cada vez más conflictos con la Eternidad, hasta que, después de muchos ingeniosos giros argumentales, signos de exclamación y mayúsculas, consigue destruir toda la estructura. Aunque ella ama sinceramente a Harlan, resulta que Noÿs ha estado actuando como Agente Secreto en nombre del Cambio. Las operaciones de la Eternidad han conducido a la raza humana a una tranquila decadencia: «Seguridad. Moderación. Nada en exceso. Ausencia de riesgos…». Ahora, con la Eternidad eliminada de la existencia, la humanidad estará en libertad de ir hacia adelante, hacia arriba y hacia afuera, para construir nada menos que un Imperio Galáctico. En las líneas finales de la novela, Noÿs le asegura a Harlan: «Nosotros tendremos hijos y nietos, y la humanidad alcanzará las estrellas». Es «el término final de la Eternidad. Y el principio de la Infinitud».
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Para una persona que dice gustar de la ciencia ficción tu «crítica ó reseña» del gran Asimov llega a ser irrespetuosa y hasta maligna diría yo, es cierto que le debe ciertas cosas respecto al historiador moderno británico que mencionas, sin embargo aquello de «sobrevalorado» es un poco presuntuoso, no crees?; comparar a Agatha Christie (que me parece bastante aburrida) e irreverente al tratar de emular la obra de Poe ó de Sir Arthur connan doyle. La saga de la fundación ó como siempre me gustó llamarla «El ciclo de trántor» es sino de las mejores obras del género en cuestión, es más Asimov está considerado (junto con Heinlein y C. Clarke)por los mismos autores como uno de los 3 grandes contemporaneos del género (detras de Verne, H.G.Wells y Gernsback).
Pero es otra la razón de mi respuesta a tu perorata, Asimov no solo fué un gran creador de mundos de fantasía e historias futuristas completamente anacrónicas en su tiempo, sino fué un futurologo y visionario de tecnología con un acierto casí mágico. Así que espero que tomes en cuenta lo descrito sobre todo porque te lo dice una persona de ciencia ya que las personas de ciencia a fé mía somos los que mejor apreciamos a Asimov y aunque es tu decisión, ser un poco más respetuoso con un grande.
saludos
PD: Hay un video donde el practicamente describe el Internet tal como la conocemos hoy.
«Aún así a pesar del claustro que invadía su interior…intensas sospechas de dimensiones es él…»
Pues de critico, esto tiene poco o nada, vale más bien como un resumen lo que has escrito, bastante displicente por cierto, pero gusto son gustos. Como quiera, tu resumen debería estar en cualquier otro lado menos en un web que se precia (al menos en su titulo) de ser critica de libros.
que irrespeto de critica…… asimov preveria esto?… culaquiera escribiendo tontadas en una herramienta magnifica del futuro