Esta novela se publicó por primera vez en 1952, por entregas, en la revista Galaxy, bajo el título «Gravy Planet». Es una novela corta y alegre, su permanente ingenio y su incisivo humor son deliciosos. En muchos sentidos representa la quintaesencia de la «ciencia ficción de carácter social» de los años cincuenta, un estilo que, bajo la dirección editorial de H. L. Gold, distinguió a Galaxy. En 1960, el novelista Kingsley Amis declaró que Mercaderes del espacio (The Space Merchants) «tiene pleno derecho a ser considerada la mejor novela de cf hasta ahora». Aunque se refería a la cf norteamericana de revistas, y no a la reconocida tradición británica de Wells, Huxley y Orwell, se trataba, sin embargo, de un gran elogio. ¿Merece el libro semejante elogio? Yo creo que sí.
Frederik Pohl (nacido en 1919) y Cyril Kornbluth (1922–1958) habían comenzado a escribir cuando eran aún muy jóvenes, publicando muchos cuentos con seudónimos en las revistas de segunda línea de los años cuarenta. Habían sido desde niños aficionados a la ciencia ficción, pertenecían desde niños a los clubes de lectores de cf y estaban suscritos a las revistas amateurs del género. Habían crecido con la cf. Además, eran inteligentes. Thomas M. Disch, un brillante muchachito de doce años cuando apareció Mercaderes del espacio, los describió más tarde como «un par de magníficos sabihondos». Pohl había trabajado en publicidad; Kornbluth, en periodismo. En esta novela, su primera obra conjunta, supieron explotar brillantemente su experiencia mundana y su profundo conocimiento de la cf de revistas.
Mitch Courtenay trabaja para Schocken Associates, una agencia de publicidad neoyorquina con dos siglos de antigüedad. En este mundo, las agencias de publicidad se ocupan de todo, incluso del gobierno de los Estados Unidos. Es un mundo superpoblado, con millones de consumidores intimidados por agresivos y abrumadores anuncios publicitarios. Un grupo clandestino de saboteadores se enfrenta al establishment. Se los conoce como «Consies», abreviatura en inglés de «conservacionistas» (hay que tener en cuenta que la defensa del medio ambiente no era un tema de moda a principios de la década del cincuenta). Courtenay tiene la misión de vender el planeta Venus a unos emigrantes renuentes. La empresa para la que él trabaja lo describe como un paraíso pero, naturalmente, es un infierno. Antes de poder llevar a cabo esta dudosa misión, es secuestrado por los «Consies» y entonces toma conciencia de la terrible realidad de las cosas. Es un argumento convencional, cargado de acción y dinamismo. Se la lee con placer no sólo por la riqueza de sus recursos o por su agudo humor sino también por la crítica implícita a la cruzada anticomunista del senador Joe McCarthy, que en 1952 se hallaba en su apogeo. Mercaderes del espacio no se refiere al futuro, es una detallada descripción de la Madison Avenue de mediados del siglo XX. El «sentimiento» de la novela es absolutamente auténtico, a pesar de su exagerada ironía. El libro sigue teniendo vigencia hoy, gracias a la fidelidad con que describió su época.
Ningún otro escritor ha superado los escritos de Pohl y Kornbluth en este terreno. La novela que escribieron después, Gladiator–at–Law (1955), aunque se le aproxima mucho, no está a la altura de la primera. Mercaderes del espacio es una obra convincente que conjuga la pedantería y la afabilidad. Si bien puede parecer de una habilidad demasiado fácil y de un ingenio autocomplaciente, es un testimonio del breve período en el cual la cf norteamericana de revistas alcanzó cierta madurez política.
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