Memorias de Caulaincourt, Armand-Augustin-Louis Caulaincourt

[Mémoires]. Importante fuente para la historia del pri­mer Imperio son las Memorias del general Armand-Augustin-Louis Caulaincourt (1773- 1827), duque de Vicenza y Gran Escudero de Napoleón; publicadas con un amplio comentario histórico, en 1933, por Jean Hanoteu, fueron desde entonces valoradas ca­da vez más para comprender la actitud po­lítica de Napoleón.

La obra está dividida en tres partes: «La embajada de San Petersburgo y la campaña de Rusia» (I y II), y «La agonía de Fontainebleau» (III). Es sabido que el autor fue embajador en San Petersburgo desde 1807 a 1811, y trató, lo mismo que Talleyrand, de arreglar la po­lítica de Napoleón después de Tilsit, sin buscar nuevas conquistas ni expansiones, pensando que Rusia había de ser un sólido baluarte para la consolidación del régimen imperial. En esta obra, debido a su larga residencia en el país, están bien descritas la sociedad y la política rusas. Es más viva la segunda parte del libro II, donde se narra un viaje de catorce días hecho con Napoleón en trineo, después de la Beresina, en dirección a París; la derrota de la campaña de 1812 se refleja también en los diálogos entre el jefe y el fiel escude­ro. Esta parte es rica en revelaciones sobre la mentalidad de Napoleón y sobre su acción política; en contraste con las visiones bastante claras y firmes de su ministro, Na­poleón hace sentir los puntos fundamenta­les de su mundo, por encima de todo infatuamiento y de toda inútil pompa.

Ante la desnuda realidad de los hechos, su juicio sobre los hombres y las cosas aparece saga­císimo; así, a propósito de los fines de las diversas campañas, se explica con toda cla­ridad la pugna entre Francia e Inglaterra para la posesión del territorio belga, la expansión comercial, la aparición de una nueva sociedad después de tantas luchas, la necesidad de crear un orden social que sir­va para todo el siglo. En los diálogos se advierte la franqueza de Caulaincourt, su independencia y, algunas veces, incluso su tozudez de juicio en contraste con el Em­perador, así como su devoción clarividente como consejero y hombre de gobierno. Cau­laincourt consiguió llevar a Napoleón has­ta Francia entre peligros de diverso géne­ro: el hielo, Prusia y las intrigas. Más tar­de, el paréntesis de los Cien Días, durante los cuales el general fue elevado a minis­tro del Exterior (y la tentativa liberal res­pondía al temperamento del duque de Vicence), mostrará mejor en acción a un servidor fiel pero no sumiso a todos los caprichos del mando, como tantos otros hombres del gobierno imperial. Las otras partes de las Memorias presentan, con me­nos vigor aunque con gran claridad de ex­posición, una de las fases más trágicas de la monarquía napoleónica. El estilo es vi­vísimo y participa de la mentalidad de los escritores del siglo XVIII, que nunca ol­vidan los modales brillantes del espíritu cortesano.

C. Cordié