Novelista y ensayista venezolano, nació en 1871 en una hacienda próxima a Chacao, no lejos de Caracas, y murió en Nueva York en 1927, de donde sus restos fueron trasladados a Caracas. Doctor en Ciencias Médicas, viajero incansable, diplomático y político, representó a su país en Italia, fue diputado, senador, director de Instrucción Pública, presidente de los estados de Nueva Esparta y Sucre, y secretario de Fomento y Relaciones Exteriores.
Es el hombre refinado, individualista, europeizante, que huye de lo vulgar y busca la brillantez en la expresión; quiere reformar y mejorar el ambiente de Venezuela; filosofa al estilo de Rodó (Camino de perfección, 1907), pero sin la profundidad y trascendencia del gran ensayista uruguayo; plantea los problemas y los resuelve sin apenas lucha, con pesimismo decadente; en una palabra, rinde culto al esteticismo a costa de la profundidad psicológica.
Quizá por eso sus más famosas novelas (ídolos rotos, 1901, y Sangre patricia, 1902, v.) no den una idea exacta del conjunto de su producción literaria: es preciso mirar un poco atrás (Cuentos de color, 1899, v.) y muy adelante (Peregrina o El pozo encantado, con otros relatos, 1922) para estimar debidamente la vuelta del novelista hacia las interioridades del alma venezolana.
A pesar de esto, Díaz Rodríguez no llega tan adentro como Rómulo Gallegos, pero abre el camino. Comenzó colaborando en El Cojo Ilustrado y dirigió en 1909 El Progresista. Sus Sensaciones de viaje (1896) fueron premiadas por la Academia Venezolana de la Lengua. Otros trabajos suyos son: Confidencias de Psiquis (1896), De mis romerías (1898) y Sermones líricos (1918), que nos ofrecen el criterio esteticista del autor aplicado a la oratoria.
Díaz Rodríguez es un gran escritor venezolano, influido poderosamente por Nietzsche y por D’Annunzio, incorporado a las corrientes esteticistas del modernismo, refinado y selecto : una de las más interesantes «figuras solitarias» de Hispanoamérica.
J. Sapiña