Una novela redonda, llena de precisión y maestría que nos revela la vida de Zenobia, la mujer que luchó por convertir a la ciudad de Palmira en la capital de todo un imperio.
Hubo un tiempo, a finales del siglo III,
en el que una bellísima mujer
—se dijo de ella que fue la más hermosa que había
existido— desafió al poder de Roma.
Esa mujer, descendiente del linaje de Cleopatra,
se llamó Zenobia y fue señora de Palmira,
reina de Egipto y emperatriz de Oriente.
Gobernó un imperio sobre la mitad del mundo
conocido desde una ciudad de leyenda, y soñó con
construir un mundo nuevo. Ésta es su historia.
En el año 245 d.C. nació una niña destinada a convertirse en uno de los más insignes gobernantes de su tiempo. Hija de una esclava egipcia y de un rico mercader árabe parecía tener el destino en contra por quedar pronto huérfana de padre, ser hija de esclava y por su condición de mujer, pero su espíritu indomable, su fortaleza de carácter y su extraordinaria belleza se aliaron a su favor.
La hermosa joven, llamada Zenobia, se convirtió por matrimonio en soberana de la fabulosa ciudad de Palmira, un oasis en el desierto de la provincia romana de Siria inmerso en la rivalidad de las dos grandes potencias de la época, Persia y Roma. Tras el asesinato de su esposo Odenato, Zenobia hizo de Palmira el centro de un nuevo reino que dominó las tierras ubicadas entre el Mediterráneo y Mesopotamia. Durante cinco años su sueño imperial fue posible y Zenobia, dotada de una belleza legendaria -se escribió de ella que era la mujer más hermosa del mundo- y de una capacidad de gobierno encomiable, se independizó del Imperio romano, reinó sobre Asia occidental, conquistó Egipto, fue aclamada como la nueva Cleopatra y mantuvo a raya al Imperio persa.
Zenobia convirtió a Palmira en la ciudad más rica del mundo en el siglo III, un emporio comercial en las rutas entre el Oriente y Occidente, gracias a los beneficios que generaban las caravanas que desde China, India y Persia recorrían la Ruta de la Seda hasta el Imperio romano.
En el año 272, Aureliano, emperador de Roma, conquistó Palmira, una magnífica ciudad levantada en un oasis del desierto de Siria, a mitad de camino entre el Mediterráneo y Mesopotamia cuya reina se había atrevido a proclamar su independencia del Imperio romano.
Derrotada y presa la reina Zenobia y conquistada Palmira, el Imperio romano recuperó la gloria de los tiempos de los grandes césares. Desde su cautiverio en Roma, la reina contempló el renacer del Imperio romano, que todavía sobrevivirá un par de siglos, a veces inmerso en períodos de lenta agonía. Las ruinas de Palmira emergen hoy de las arenas como una de las maravillas más asombrosas del mundo y el fin de Zenobia continúa siendo un enigma.
Zenobia, un personaje genial y carismático
La prisionera de Roma es una apasionante novela histórica que rescata del olvido a uno de los personajes femeninos más poderosos y potentes jamás habidos. José Luis Corral, autor de indudable talento y reconocido prestigio, nos ofrece un impresionante relato ambientado en la Palmira del siglo III d.C. en el que la protagonista absoluta es Zenobia, una mujer inteligente y ambiciosa cuya vida continúa siendo un misterio.
«Hubo un tiempo, hija mía, en el que los hombres de Oriente me aclamaron como al más grande de los conquistadores. Fui la señora de medio mundo, goberné ricas provincias y reinos populosos, guerreé en batallas junto a héroes formidables, conquisté planicies inmensas y montañas cuyas cimas rasgaban los cielos, cacé los más fieros leones y domé los más indómitos caballos, cabalgué por caminos de arena y por
calzadas enlosadas, crucé el mar, tuve a Oriente sumido a mis pies y entregado a mi gobierno, presencié el mundo desde la dorada Alejandría y los más egregios generales se postraron a mis pies como ante una diosa.»
El autor ha convertido a Zenobia en una auténtica heroína literaria que trasciende los límites de su propia biografía. La reina de Palmira consiguió el sueño de Cleopatra de unir todos los pueblos árabes (Siria, Mesopotamia, Egipto y buena parte de Asia Menor), se enfrentó al poderoso ejército romano y mantuvo una gran batalla frente a Aureliano, quien se vio obligado a enviar a sus mejores legiones para doblegar al, en teoría, inferior ejército de Palmira.
A lo largo de toda la obra Zenobia está rodeada por un conjunto de personajes construidos con solidez y con una mezcla de rigor histórico y verosimilitud en la ficción: su esposo Odenato, que cayó presa de la belleza legendaria de Zenobia «En esos momentos ya había olvidado la razón de su presencia en el santuario y las oraciones y plegarias a los dioses: en sus pensamientos solo había lugar para Zenobia.»; su amante, Giorgios, «Nunca sé cuál será la próxima vez que estaré contigo. El tiempo que pasa entre nuestros encuentros constituye para mí un verdadero suplicio», un mercenario griego que llegó a Palmira por casualidad, tras siete años de búsqueda infructuosa de los asesinos de su familia; Zabdas, el comandante en jefe de su ejército, «Era un tipo imponente. Fortísimo, de anchos hombros, cabeza poderosa, cuello recio y mandíbulas como fundidas en acero, ofrecía el aspecto del soldado perfecto»; el consejero imperial, Longino o el augusto Aureliano «Aureliano es duro como la más sólida de las rocas. Él era el primero en cumplir las normas de comportamiento y cuando tenía que castigar a alguno de sus hombres, era severo y riguroso en la aplicación de la disciplina».
La prisionera de Roma sorprenderá a los lectores por la agilidad de su narración, que sin abandonar el tono informativo, acerca la Historia de un modo accesible y apasionante.
«Ante el desgobierno del Imperio, bandas de aguerridos germanos habían penetrado en el norte de Italia y llegado hasta la misma ciudad de Rávena, en la costa del Adriático, que habían saqueado a placer; las tribus de los alamanes y de los francos, dos de las más poderosas naciones de entre los germanos, esquilmaban a su antojo las provincias occidentales de la Galia e Hispania, en donde habían destruido numerosas ciudades, villas y aldeas, algunas de las cuales habían quedado completamente abandonadas; la tribu de los alanos, un belicoso pueblo surgido del interior de las profundidades de Asia, recorría con absoluta impunidad el norte de Italia y el sur de la Galia arrasando cuanto encontraba a su paso.»
La ambientación de época es uno de los pilares de esta magnífica novela. José Luis Corral traslada con gran acierto al lector a muy distintos escenarios a lo largo de la novela: palacios de Oriente, santuarios, mercados de abastos, caravanas en el desierto, batallas épicas, la Roma imperial… No faltan tampoco en ella los matices de un periodo inestable para Roma, las dificultades de un cristianismo incipiente y perseguido, la magia de una Alejandría repleta de hermosura y sabiduría o la nostalgia de un Egipto capaz de cualquier cosa por recuperar el espíritu de su añorada Cleopatra.
La recreación de las ciudades, monumentos y paisajes es fielmente reproducida según la realidad arqueológica. «Desfilaron bajo el arco triunfal, construido justo en el lugar
donde la gran calle de columnas forma un ángulo de treinta grados, al lado del templo de Nebo.»
La reconstrucción de los ejércitos romano, persa y palmireno basados en la disposición clásica del ejército romano en el siglo III y la descripción minuciosa de las batallas consiguen situar al lector en el mismo frente bélico.
«Aureliano había desplegado sus tropas de forma similar al primer combate, pero al frente formaba ahora la caballería pesada, con los acorazados jinetes sármatas en primera línea, la númida y la dálmata tras ellos y la caballería ligera romana en las alas, de nuevo dirigida por el general Probo. Justo tras la caballería formaban tres legiones de infantería con los legionarios veteranos de las provincias romanas de Panonia, Mesia y el Nórico; a sus flancos formaban las tropas auxiliares germanas y norteafricanas y por fin las seis cohortes de la guardia pretoriana, desplegadas en torno al emperador. Y aún quedaban en la retaguardia las otras dos legiones completas y la caballería de cada una de ellas.»
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Acabo de enterarme de que el señor corral es también Coordinador General en la corriente de opinión del PSOE en Aragón.
Quizás por su interés en la política sus obras son excesivamente correctas políticamente hablando, y no hay violencia en ellas porque quizás podrían criticarlo consierándolo un «apologista de la violencia», quizás por ello también son demasiado aburridas, en cualquier caso en alguna ocasión le han servido, cara a los periodistas, para politizar temas actuales.
Lástima que como político y funcionario de la enseñanza universitaria, y tal vez por ello, por no centrarse en su trabajo estricto, también adolecen de rigurosidad histórica, como en el caso de su novela «Numancia», llena de errores de tipo histórico. Lo que hacen pensar en ese dicho….. ¡Zapatero a tus zapatos!.
Qué atrevida e la ignorancia, Santamarte!
Tu comentario demuestra que seguramente lo único que has leído en tu vida es el ABC, y sólo cuando hay dibujitos para que no te sea «aburrido»…
Los errores a los que te refieres en Numancia seguramente será que no se parece a la serie Hispania de Antena3, tu gran referente histórico…
Si dices que no hay violencia en los libros de José Luis Corral será que no los has leído… de lo contrario no sé cómo llamarías lo del Amuleto de Bronce… Hay violencia cuando tiene que haberla, son libros históricos no bélicos… y en los momentos históricos de violencia lo relata estupendamente (El Salón Dorado, Trafalgar, Numancia, El Amuleto de bronce, etc…)
En cuanto a ese cargo político que te has inventado… Simplemente milita (no es coordinador de nada) en una corriente de izquierda del PSOE, es decir, es crítico con la dirección del partido.
José Luis Corral es un grandísimo escritor, El salón Dorado es una obra maestra, de lo mejor que he leído nunca. Si dices que un señor que es catedrático de historia, que ha sido asesor histórico de Ridley Scott, Director del Museo de Historia de Zaragoza y mil etcéteras no tiene rigor histórico… es que no tienes ni idea de lo que hablas.
Lee, Santamarte.
Yo le recomiendo al Sr. Corral que lea a Posteguillo y, por otra parte, que se olvide de sus ideas políticas, anticatólicas y pro musulmanas cuando escribe. Subliminalmente este escritor impregna todas sus obras, aunque parezca difícil, con esos «tufillos».
Hay un importante y clamoroso error histórico en la página 293, cuando el director de la biblioteca de Alejandría dice: «Ocurrió en una batalla frente a la costa de Alejandría en la guerra civil que Julio César libró contra Marco Antonio y Cleopatra».
Evidentemente Julio César no luchó nunca ni contra Marco Antonio ni contra Cleopatra, lo hizo contra los enemigos de ésta última.
La novela la pillé con ilusión esperando disfrutar como lo hice en Numancia, pero tengo que reconocer que me está aburriendo bastante.
EN ESTA NOVELA A LOS CRISTIANOS LOS TACHA DE SECTARIOS ENDEMONIADOS, Y POCO MENOS QUE DE MONSTRUOS MALIGNOS QUE SE COMÍAN A LOS NIÑOS. ESTO LE GUSTARÁ A ALGUNAS PERSONAS, POR LO DEMÁS LA NOVELA ES DE LO MÁS NORMALITA. MEJOR MORTADELO Y FILEMON
Yo escribo aquí tras sorprenderme enormemente con el error de la biblioteca de Alejandría que acabo de leer. He buscado si se ha realizado alguna corrección y he llegado a esta página.
A mí el libro me parece bien narrado y ameno, aunque adolece quizá de excesiva descripción histórica y arqueológica fuera de la trama, es decir, sin justificación. Lo que no esperaba para nada es un error de tal magnitud (y algún otro menor que he hallado también). Y no lo esperaba porque como digo creo que Corral es buen escritor e inteligente.
Apunte aparte por lo de los cargos como catedrático y asesor de Ridley Scott, etc… Yo he sido arqueólogo, y aquí más de uno habrá estudiado su carrera en la Universidad. ¿Es que nadie ha conocido a más de un catedrático que vive de la sopa boba y da sus clases exclusivamente dictando unos apuntes del año de Maria Castaña? No digo que Corral sea así, por supuesto, pero que nadie se deje engañar por cargos institucionales en un país básicamente en vías de desarrollo como España, y con un déficit en productividad y competitividad producido entre otras cosas por la copación de cargos de responsabilidad por parte de incompetentes puestos a dedo. ¿Alguien se ha olvidado de que en una Universidad la plaza se adquiere a través de un tribunal de amigotes del elegido? Dicho esto diré que también hay mucha gente competente y estupenda, por supuesto. Que nadie piense que todo el mundo me parece lo mismo, jeje.
Un saludo, amigos.