La prisionera de Roma (José Luis Corral)

La prisionera de Roma

Una novela redonda, llena de precisión y maestría que nos revela la vida de Zenobia, la mujer que luchó por convertir a la ciudad de Palmira en la capital de todo un imperio.

 

Hubo un tiempo, a finales del siglo III,
en el que una bellísima mujer
—se dijo de ella que fue la más hermosa que había
existido— desafió al poder de Roma.
Esa mujer, descendiente del linaje de Cleopatra,
se llamó Zenobia y fue señora de Palmira,
reina de Egipto y emperatriz de Oriente.
Gobernó un imperio sobre la mitad del mundo
conocido desde una ciudad de leyenda, y soñó con
construir un mundo nuevo. Ésta es su historia.

En el año 245 d.C. nació una niña destinada a convertirse en uno de los más insignes gobernantes de su tiempo. Hija de una esclava egipcia y de un rico mercader árabe parecía tener el destino en contra por quedar pronto huérfana de padre, ser hija de esclava y por su condición de mujer, pero su espíritu indomable, su fortaleza de carácter y su extraordinaria belleza se aliaron a su favor.

La hermosa joven, llamada Zenobia, se convirtió por matrimonio en soberana de la fabulosa ciudad de Palmira, un oasis en el desierto de la provincia romana de Siria inmerso en la rivalidad de las dos grandes potencias de la época, Persia y Roma. Tras el asesinato de su esposo Odenato, Zenobia hizo de Palmira el centro de un nuevo reino que dominó las tierras ubicadas entre el Mediterráneo y Mesopotamia. Durante cinco años su sueño imperial fue posible y Zenobia, dotada de una belleza legendaria -se escribió de ella que era la mujer más hermosa del mundo- y de una capacidad de gobierno encomiable, se independizó del Imperio romano, reinó sobre Asia occidental, conquistó Egipto, fue aclamada como la nueva Cleopatra y mantuvo a raya al Imperio persa.

Zenobia convirtió a Palmira en la ciudad más rica del mundo en el siglo III, un emporio comercial en las rutas entre el Oriente y Occidente, gracias a los beneficios que generaban las caravanas que desde China, India y Persia recorrían la Ruta de la Seda hasta el Imperio romano.

En el año 272, Aureliano, emperador de Roma, conquistó Palmira, una magnífica ciudad levantada en un oasis del desierto de Siria, a mitad de camino entre el Mediterráneo y Mesopotamia cuya reina se había atrevido a proclamar su independencia del Imperio romano.

Derrotada y presa la reina Zenobia  y conquistada Palmira, el Imperio romano recuperó la gloria de los tiempos de los grandes césares. Desde su cautiverio en Roma, la reina contempló el renacer del Imperio romano, que todavía sobrevivirá un par de siglos, a veces inmerso en períodos de lenta agonía. Las ruinas de Palmira emergen hoy de las arenas como una de las maravillas más asombrosas del mundo y el fin de Zenobia continúa siendo un enigma.

Zenobia, un personaje genial y carismático  

La prisionera de Roma es una apasionante novela histórica que rescata del olvido a uno de los personajes femeninos más poderosos y potentes jamás habidos. José Luis Corral, autor de indudable talento y reconocido prestigio, nos ofrece un impresionante relato ambientado en la Palmira del siglo III d.C. en el que la protagonista absoluta es Zenobia, una mujer inteligente y ambiciosa cuya vida continúa siendo un misterio.  

«Hubo un tiempo, hija mía, en el que los hombres de Oriente me aclamaron como al más grande de los conquistadores. Fui la señora de medio mundo, goberné ricas provincias y reinos populosos, guerreé en batallas junto a héroes formidables, conquisté planicies inmensas y montañas cuyas cimas rasgaban los cielos, cacé los más fieros leones y domé los más indómitos caballos, cabalgué por caminos de arena y por
calzadas enlosadas, crucé el mar, tuve a Oriente sumido a mis pies y entregado a mi gobierno, presencié el mundo desde la dorada Alejandría y los más egregios generales se postraron a mis pies como ante una diosa.»

El autor ha convertido a Zenobia en una auténtica heroína literaria que trasciende los límites de su propia biografía. La reina de Palmira consiguió el sueño de Cleopatra de unir todos los pueblos árabes (Siria, Mesopotamia, Egipto y buena parte de Asia Menor),  se enfrentó al poderoso ejército romano y mantuvo una gran batalla frente a Aureliano, quien se vio obligado a enviar a sus mejores legiones para doblegar al, en teoría, inferior ejército de Palmira.

A lo largo de toda la obra Zenobia está rodeada por un conjunto de personajes construidos con solidez y con una mezcla de rigor histórico y verosimilitud en la ficción: su esposo Odenato, que cayó presa de la belleza legendaria de Zenobia «En esos momentos ya había olvidado la razón de su presencia en el santuario y las oraciones y plegarias a los dioses: en sus pensamientos solo había lugar para Zenobia.»; su amante, Giorgios, «Nunca sé cuál será la próxima vez que estaré contigo. El tiempo que pasa entre nuestros encuentros constituye para mí un verdadero suplicio», un mercenario griego que llegó a Palmira por casualidad, tras siete años de búsqueda infructuosa de los asesinos de su familia; Zabdas, el comandante en jefe de su ejército, «Era un tipo imponente. Fortísimo, de anchos hombros, cabeza poderosa, cuello recio y mandíbulas como fundidas en acero, ofrecía el aspecto del soldado perfecto»; el consejero imperial, Longino o el augusto Aureliano «Aureliano es duro como la más sólida de las rocas. Él era el primero en cumplir las normas de comportamiento y cuando tenía que castigar a alguno de sus hombres, era severo y riguroso en la aplicación de la disciplina».

La prisionera de Roma sorprenderá a los lectores por la agilidad de su narración, que sin abandonar el tono informativo, acerca la Historia de un modo accesible y apasionante.

«Ante el desgobierno del Imperio, bandas de aguerridos germanos habían penetrado en el norte de Italia y llegado hasta la misma ciudad de Rávena, en la costa del Adriático, que habían saqueado a placer; las tribus de los alamanes y de los francos, dos de las más poderosas naciones de entre los germanos, esquilmaban a su antojo las provincias occidentales de la Galia e Hispania, en donde habían destruido numerosas ciudades, villas y aldeas, algunas de las cuales habían quedado completamente abandonadas; la tribu de los alanos, un belicoso pueblo surgido del interior de las profundidades de Asia, recorría con absoluta impunidad el norte de Italia y el sur de la Galia arrasando cuanto encontraba a su paso.»

La ambientación de época es uno de los pilares de esta magnífica novela. José Luis Corral traslada con gran acierto al lector a muy distintos escenarios a lo largo de la novela: palacios de Oriente, santuarios, mercados de abastos, caravanas en el desierto, batallas épicas, la Roma imperial… No faltan tampoco en ella los matices de un periodo inestable para Roma, las dificultades de un cristianismo incipiente y perseguido, la magia de una Alejandría repleta de hermosura y sabiduría o la nostalgia de un Egipto capaz de cualquier cosa por recuperar el espíritu de su añorada Cleopatra.

La recreación de las ciudades, monumentos y paisajes es fielmente reproducida según la realidad arqueológica. «Desfilaron bajo el arco triunfal, construido justo en el lugar
donde la gran calle de columnas forma un ángulo de treinta grados, al lado del templo de Nebo.»  

La reconstrucción de los ejércitos romano, persa y palmireno basados en la disposición clásica del ejército romano en el siglo III y la descripción minuciosa de las batallas consiguen situar al lector en el mismo frente bélico.

«Aureliano había desplegado sus tropas de forma similar al primer combate, pero al frente formaba ahora la caballería pesada, con los acorazados jinetes sármatas en primera línea, la númida y la dálmata tras ellos y la caballería ligera romana en las alas, de nuevo dirigida por el general Probo. Justo tras la caballería formaban tres legiones de infantería con los legionarios veteranos de las provincias romanas de Panonia, Mesia y el Nórico; a sus flancos formaban las tropas auxiliares germanas y norteafricanas y por fin las seis cohortes de la guardia pretoriana, desplegadas en torno al emperador. Y aún quedaban en la retaguardia las otras dos legiones completas y la caballería de cada una de ellas.»

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