Revista literaria milanesa que se propuso continuar las tradiciones del Caffé, pero con un programa mucho más amplio. Silvio Pellico, que fue uno de sus más asiduos colaboradores y que preparó la impresión de cada uno de los números, en una carta a Foscolo dice: «Se ha escogido este título porque los redactores de la revista se proponen reunir y conciliar a todos los amigos de la verdad, movidos por el propósito común de la unidad de la patria». Fundada en Milán por el conde Luigi Porro Lombertenghi, su primer número se publicó el 3 de septiembre de 1818 en papel azul, y por eso fue llamada «La hoja azul». Sus principales colaboradores, además del conde Porro y Pellico, fueron Giovanni Berchet, Federico Confalonieri, Pietro Borsieri, Gian Domenico Romagnosi, Ermes Visconti y el abate Di Breme. La revista pareció pronto sospechosa a la censura austríaca, que advirtió, desde los primeros números, que el Conciliatore se había propuesto suscitar en el pueblo, junto con el amor a la cultura, el sentimiento de libertad y de unidad.
El 18 de octubre de 1819 el censor conde Villata amonestó a Pellico por el tono político que había adquirido la revista, y ya no se publicó más. La colección del Conciliatore consta de 118 hojas, con un conjunto de 478 páginas. En 1930 el Municipio de Milán se encargó de la publicación de unas páginas inéditas y preparadas para los números 119-120, páginas que precisamente habían inducido a la censura austríaca, en octubre de 1819, a requerir, por última vez, a Silvio Pellico, para que desistiese de la audacia con que él y sus compañeros escribían sobre temas y sistemas políticos, aludiendo de modo harto transparente a las tristes condiciones en que se hallaba Italia. El objeto de la revista era, en efecto, como había declarado Borsieri en la introducción, hacer conscientes a los italianos de su estado lastimoso y enseñarles a pensar tomando ejemplos de la antigua literatura patria y condenando las disputas estériles y académicas. Los escritos publicados en el Conciliatore fueron en gran parte bibliográficos; bibliografías que, a veces, cobraban la forma de verdaderas memorias. El más asiduo de los colaboradores fue Berchet que encendió ásperas polémicas y ‘fue el jefe de escuela de la teoría romántica, al afirmar que la literatura debe representar las aspiraciones, los sentimientos y las * necesidades del pueblo. El Conciliatore dejó surco profundo en la historia de la cultura italiana del siglo pasado.
R. Caddeo
Sus promotores son todos románticos. Yo no espero nada de ellos porque conozco a esos sujetos. (Giordani)