Fedor Mikailovich Reshetnikov

Nació en 1841 en Ekaterinburgo y murió en San Petersburgo el 9 de marzo de 1871. Hijo de un sacristán (cuya mujer era a su vez hija de otro sacristán), fue uno de los represen­tantes más típicos del grupo de escritores demócratas que durante la segunda mitad del siglo XIX se interesó por la clase obrera y describió sus condiciones de vida. Recibió una educación y una instrucción irregulares. Un robo de cartas en una oficina postal le valió la reclusión en un convento, en el cual entregóse a la bebida. Logró completar su formación en Perm, y en 1859 volvió a Ekaterinburgo, donde fue escribiente del tribunal, empleo que luego abandonó para desempeñar otro análogo en la primera de estas dos poblaciones; allí empezó a escri­bir. Obtenido finalmente el traslado a una oficina del ministerio de Hacienda, en San Petersburgo, frecuentó los medios literarios de la capital e inició sus colaboraciones en La Abeja Nórdica.

En 1864, El Contempo­ráneo aceptó su novela Los habitantes de Podlipa (v.), cuyas terribles descripciones de la miserable existencia de los campesi­nos siberianos provocaron una impresión excepcional. Él éxito de la obra llevó a su autor a dejar el empleo y a dedicarse por completo a la literatura. En 1865 apareció, también en El Contemporáneo, la primera parte de una gran novela, Los mineros, que la suspensión de la revista dejaría inacabada. Asimismo, de una tercera novela, Los Glumov, también referente a la vida de los mineros, sólo fueron publicadas dos partes. Enteras, en cambio, vieron la luz las otras dos obras del género, Donde se está mejor (1868) y El pan propio (1870), las cuales, siquiera mucho mejores que las precedentes desde el punto de vista artís­tico y no menos interesantes^ en cuanto a ideología «populista», nada añadieron a la fama del autor. Las dificultades de la exis­tencia de Reshetnikov agravaron su ya débil consti­tución.

En 1867 marchó con su familia a Brest, donde su esposa había logrado un empleo de comadrona que les aseguró la vida hasta 1870, año en el cual regresaron a San Petersburgo. El estado del escritor, víctima de una grave forma de tuberculosis, era entonces desesperado; el enfermo, en efecto, murió pronto, tras la publicación de su última novela. Reshetnikov es uno de los pocos autores cuyas obras pueden considerarse un documento precioso para la comprensión de su tiempo; ello se debe precisamente al matiz trágicamente personal que las ins­piró, revelador de una rara fuerza.

E. Lo Gatto