Volpone

Protagonista de la comedia de su nombre (v.) del escritor inglés Ben Jonson (1573-1637). Su tipo deriva de la antigua tradición teatral y narrativa grie­ga, en la que era habitual el tópico del ansioso corro de los cazadores de herencias alrededor de los ancianos ricos.

Volpone, en efecto, es el rico sin herederos, rodeado de fingidos amigos que intentan congraciar­se con él en espera de que llegue el día de su muerte. Pero, más consciente que otros personajes semejantes, como los que aparecen en los Diálogos de los muertos (v.) de Luciano, Volpone lleva su posición hasta el virtuosismo y logra convertirla en una forma de ganarse el sustento. Práctica­mente, Volpone vive de los dones de quie­nes aspiran a heredarle y se enriquece a expensas de aquellos mismos que esperan de él la riqueza; y lo absurdo de semejante situación le produce un pérfido goce y casi le impulsa a amar su muerte, gracias a la cual — y mientras la espera — su vida se hace cada vez más próspera.

Por un lado se siente justiciero: sabe que explota la codicia ajena en provecho propio y se com­place diabólicamente en la perversidad hu­mana que le concede la doble ventaja de vengarse de ella y sacarle partido. Pero por otra parte, él también se deja arrastrar por aquella perversidad y necesita sentirla a su vera: sus criados, enanos, hermafroditas o eunucos son monstruos de natu­raleza, ya que Volpone disfruta por en­cima de todo contemplando el espectáculo de la degeneración humana. El mal que lleva en sí le produce una secreta pena: hombre físicamente sano y lleno de exu­berante carnalidad, se ve obligado a fingir hallarse cada vez más próximo al fin de su vida; por lo mismo, Volpone siente con­tinuamente la necesidad de evadirse a aquella agonía larvada y vivir, bajo di­versos disfraces, vidas distintas de la suya.

La idea de la muerte le fascina: quisiera poder contemplarse muerto para gozar de la desilusión de sus presuntos herederos. Y toda su vitalidad se agita inconscientemente bajo el peso de esta sombra; llega­rá el día en que no podrá resistir más, y ni su astucia podrá salvarle de la locura de fingirse muerto. En esta impaciencia, en esta incapacidad de llevar hasta el fin su ficción, Volpone muere de veras como personaje pero, al mismo tiempo, recobra su humanidad. Al perecer su supraestructura demoníaca, lo único que queda de él es un pobre hombre pecador e indefenso cuyo único consuelo es la expiación.

U. Dèttore