Tío Tobías

[Uncle Toby]. Tío del pro­tagonista de la novela inglesa Vida y opi­niones de Tristón Shandy (v.), de Laurence Sterne (1713-1768).

Capitán del ejér­cito inglés, tomó parte en la campaña de Flandes durante la guerra de Sucesión es­pañola, bajo el mando del duque de Marlborough; herido durante el cerco de Namur y obligado, al quedar inútil para el servicio militar, a regresar a Inglaterra, se compla­ce en narrar sus hazañas y en estudiar las fortificaciones de las principales ciudades de Europa. Tras cuatro años de inmovilidad y de cuidados, un buen día, cansado, aban­dona Londres para volver a su pueblo na­tal, donde, siguiendo los consejos y con ayuda de su fiel servidor, el cabo Trim (v.), hace reproducir en miniatura, en un pequeño terreno de su propiedad, las for­talezas que el duque expugna durante la campaña, para luego atacarlas y demolerlas según las noticias que traen los periódicos.

Y tanto se apasiona por aquel juego pueril, que cada día inventa alguna novedad y añade puentes levadizos, garitas, cañones e incluso el modelo desmontable de una ciu­dad entera. Su hermano, Walter Shandy (v.), suele burlarse de esa inocente manía, y Tobías soporta las injurias «no por falta de valor, ni por insensibilidad o cerrazón intelectual», sino por bondad de carácter: su única reacción es ponerse a silbar o «redoblar la violencia con que fuma en pipa». Cuando la paz de Utrecht pone tér­mino a la guerra, tío Tobías, privado de su diversión, se siente desdichado: manda de­moler las fortificaciones y «la calma, el silencio y la indiferencia se apoderan de él».

En aquel punto se da cuenta de las atenciones de una de sus vecinas, la viuda Wadman, que desde hace tiempo le hace la corte; se enamora de ella y, tras vestir de nuevo su antiguo traje y tocarse con la desteñida peluca que le harían parecer ri­dículo si «la dulce bondad que brilla en su rostro» y su aspecto de caballero no digni­ficasen todo cuanto pueda llevar encima, emprende el asalto acompañado por el fiel Trim, que se dispone paralelamente a ata­car a la camarera de la viuda, Bridget. Pero después de un largo «asedio» de va­rios meses, indignado por la conducta de la viuda respecto a él, la abandona para volver a sus ocupaciones preferidas.

El carácter de tío Tobías es «de aquella par­ticular especie que honra nuestro clima», ya que, además de las virtudes que habi­tualmente adornan a un hombre recto y honorable, posee en grado eminentísimo una «extremada e incomparable modestia natural», una extraordinaria «pureza de es­píritu y de imaginación», ignora la envidia, la calumnia y la crueldad, y nada teme en el mundo si no es llevar a cabo una mala acción, y en cambio se muestra extraordi­nariamente solícito ante los males ajenos„ siempre dispuesto a consolar con su muda simpatía y con su rostro «en el que brilla un rayo de sol» a su hermano, cuyas eru­ditas disquisiciones escucha pacientemente sin comprender una palabra y cuyos be­rrinches soporta con la mayor mansedum­bre. «Para cada dolor tiene una lágrima y para cada necesidad un chelín»; su bolsa y su casa están abiertas a un compañero desdichado, como el pobre Le Fevre (v.), y es tan cándido que cuando, al lamentar la muerte de éste, pronuncia en vano el nombre de Dios, «el ángel que en la can­cillería del Cielo debía registrar ese pe­cado, dejó caer una lágrima sobre la pa­labra con que lo anotaba y la borró». Es también célebre la anécdota en la que tío Tobías, antes que matar a una mosca que le importuna, la toma delicadamente y la deja fuera de la ventana diciendo: «El mundo es grande y los dos cabemos en él sin molestarnos uno a otro».

A. P. Marchesini