Señorita Felicitas

[Signorina Feli­cita]. Es el personaje mejor logrado de aquel mundo crepuscular, lleno de tantas «zarandajas de segunda mano tan caras a mi Musa», al que se circunscribe la poesía de Guido Gozzano (1883-1916).

A su vez, la señorita Felicitas, casi fea, vestida poco menos que como una campesina, pero hon­rada y buena, vive entre aquellas «buenas cosas de pésimo gusto» a las que tantas veces se dirige, afectuosamente desengaña­do, el esteticismo del poeta. Felicitas es, en la historia de la poesía italiana, una espe­cie de antítesis polémica de la «supermujer» dannunziana, de las «basilisas» deca­dentes finiseculares.

Pero en el poema titu­lado con su nombre (v.), el juego finísimo del sentimiento y de la ironía, de la ilusión y del desengaño, se aplica, mucho más positivamente que a la simple descripción en la que la poesía crepuscular tiene sus límites, a iluminar, dentro de un marco provinciano muy concreto, un retrato de mujer objetivo y sentido, ante el cual que­da incluso desarmada aquella actitud intelectualista que habitualmente informa el lirismo de Gozzano.

G. Bassani