El gran escritor André Gide (1869-1951) nos ha dado su personal interpretación de este personaje bíblico en la tragedia en cinco actos Saúl (v.), que aunque apareció en 1903 fue escrita en 1896. En ella Gide trata el episodio bíblico con la mayor libertad.
Saül muestra la disgregación del ser que cede a todos los deseos, en lugar de contentarse con el fervor. Ahí el rey de Israel es el hombre sometido a sus instintos y a su sed de placeres. Entregado por completo a sus deseos, es incapaz de obrar y por ello es la víctima de su miseria moral. Desnudo de todo cuanto podía engrandecerlo, Saúl posee — en la tragedia de Gide — cierta sombría grandeza que contrasta con la gracia e irónico preciosismo con que está trazada la figura de David. Según Gide hay que disfrutar de la intensidad del deseo — una vez rotos todos los vínculos y prejuicios—, pero sin intentar colmarlo; de esta manera el alma insatisfecha permanecerá libre y podrá gustar todas las exquisiteces del placer.
Saúl se devora a sí mismo y muere víctima del deseo sin poder conseguir la libertad que Gide gritará con tono triunfal en Los alimentos terrestres (v.), escritos a continuación de su tragedia Saül. Entonces — como señaló Ghéon — la carne podrá proferir ininterrumpidos gritos de éxtasis.