Santos Vega

Entre las figuras gau­chescas (v. Gaucho) de la literatura platense, la de Santos Vega se presenta con un acento lírico muy marcado y envuelta en una leyenda rica en elementos poéticos.

Es la exaltación del «payador» (cantor po­pular) que canta por don divino y cuyas canciones brotan de su corazón «como el agua de la fuente». Célebre y bienquisto de todos, invencible en los certámenes, Santos Vega es finalmente derrotado y no puede sobrevivir al dolor que ello le causa. La imaginación popular transformó su vida en un símbolo y dio origen a la leyenda del cantor vencido por el Diablo y cuya sombra sigue vagando por la pampa que en otro tiempo fue escenario de sus triun­fos. Bartolomé Mitre recoge la leyenda en una de sus elegías recopiladas bajo el título de Armonías de la Pampa.

Pero este poema no es más que un esbozo que otros autores refundirán después. Sin embargo, ya entonces — hace un siglo — la historia había hallado expresión en estrofas popu­lares: «Santos Vega el payador / aquel de tan grande fama / murió cantando su amor / cual un pájaro en la rama». Según algunos, la leyenda está inspirada en las aventuras de Juan Gualberto Godoy, na­tural de Mendoza e iniciador, juntamente con Bartolomé Hidalgo, del género gau­chesco. Ello es bastante probable, dado que Godoy vivió en la zona de Tuyú, al sur de Buenos Aires, donde precisamente Mi­tre sitúa las aventuras de Vega: «Tu alma puebla los desiertos / y en las campiñas del sur, / al lado de una cabaña / se yer­gue en alto una cruz, / y aquella cruz, bajo un «tala» / solitario, abandonado / es símbolo venerado / en los campos del Tuyú».

Hilario Ascásubi en poesía y Eduar­do Gutiérrez en la novela recogen la figura de Santos Vega. Más tarde viene Rafael Obligado (1881-1920), quien, a fines del si­glo XIX, dio al mito del «payador» su es­tructura poética definitiva. En los cuatro cantos del poema Santos Vega (v.), de Obligado, la figura de aquél alcanza su perfección y su voz vuela a través de la pampa, conquistando el alma de los gau­chos y encendiendo en ella el patriotismo. Con patrióticos acentos exhorta a sus com­pañeros a que, si muere antes de haber logrado dar la libertad a su patria, no le entierren bajo una cruz en el cementerio, sino en medio de la verde llanura, donde corran sobre él los rebaños.

La esencia del poema, sin embargo, no se halla en el canto III, donde figuran estos conceptos, sino en los cantos I y IV: en el primero, el alma de Vega sigue viviendo en la pam­pa y tañendo extrañamente la guitarra en la noche, como si las cuerdas vibraran he­ridas por lágrimas; en el cuarto, asistimos al certamen final en el que un desconocido Juan Sin Ropa — el Diablo — vence y des­truye al cantor gaucho, de quien no deja ni siquiera las cenizas sobre la tierra.

Para Obligado el canto de Juan Sin Ropa re­presenta el progreso, la transformación de la pampa salvaje por obra de los inmigran­tes, el final de la libre vida de las llanu­ras, la desaparición del gaucho, la tierra fecundada por los arados y el ocaso de una época que ha perdido ya todo sentido vital. «Como el mágico espejismo, / mil ciu­dades el desierto / hacía surgir de sí, / y mientras en el abismo / una edad entera se hundía, / por encanto se vertía / en la pampa toda Europa, / pues sin duda Juan Sin Ropa / toda ciencia poseía».

L. A. Castellanos