Rubempré

[Lucien de Rubempré]. Es el personaje a cuyo alrededor se desarrolla la compleja acción de Las ilusiones perdi­das (v.) y de Esplendores y miserias de las cortesanas (v.), de Honoré de Balzac (1799- 1850).

En su adolescencia, aparece como la precoz gloria literaria de Angulema, poeta sentimental y autor de una novela históri­ca; favorito de la señora de Bargeton, la sigue a París, con la cabeza llena de am­biciosos sueños. Pero en la capital se des­vanecen muchas de sus ilusiones, empezan­do por la del amor de la noble señora, la cual encuentra que su joven poeta no es bastante elegante. Rubempré entra en el periodismo, se bate en duelo a causa de un artículo que ha escrito, logra ser ama­do por la actriz Coralie y acepta la ayuda financiera de ésta. Hombre de carácter dé­bil, se entusiasma con la misma facilidad con que se desalienta.

A la muerte de Coralie, regresa a la provincia y provoca nuevas perturbaciones en su familia. A punto de suicidarse, encuentra a Vautrin (v.) disfrazado de canónigo español: el te­rrible presidiario le toma bajo su protec­ción y vuelve a llevarle a París, donde el joven se enamora de la cortesana Ester Gobseck, la cual le corresponde con autén­tica pasión. Rubempré se abandona de nue­vo a la vida mundana pero, a pesar de la intervención de Vautrin, va a parar a la cárcel, víctima de una falsa acusación, tras la muerte de Ester.

Allí, ahorcándose, pone fin a sus últimas ilusiones. Rubempré se ha convertido en el típico ejemplo del joven provinciano de mediana o ínfima condición, dotado de brillante ingenio y de cualidades tal vez grandes, pero de volun­tad demasiado débil, a quien la ambición arrastra al torbellino de la capital, donde su flaco carácter le convierte en la presa de aquel mundo que pretendía dominar. Su drama es el drama de la ambición en las almas lo bastante nobles para no deci­dirse sin más por el camino del mal, pero demasiado vacilantes para apoyarse en una fe segura.

Es el mismo drama que por aquella misma época interpretó con vigor y elegancia mucho mayores el genio de Stendhal, al crear la figura de Julián So­rel (v.). Sin embargo, el Rubempré de Bal­zac, por el mismo hecho de que es una criatura más fácilmente novelesca y for­mada de una materia más vulgar, se pres­taba mejor a aquella legendaria celebridad que fácilmente obtuvo y que todavía con­serva en nuestros días.

F. Neri