Nicéforo II, emperador de Bizancio desde 963 a 969, es famoso por las incesantes luchas que sostuvo contra los enemigos del Imperio, y especialmente por haber liberado a Creta del secular azote de los sarracenos. Su personalidad ha suscitado el interés de la poesía neogriega y dado vida a diversas obras dramáticas y epicolíricas, ninguna de las cuales, sin embargo, ha logrado duradera fama, excepto los versos que Costis Palamás, en su Flauta del rey (v.), dedicó a la trágica aparición de aquel emperador.
Como es natural, el interés poético deriva esencialmente de su dramático amor por la bella Teófano y de su no menos dramática muerte a manos de su primo Juan Tsimiscés, que fue su sucesor en el trono. Juan, juntamente con otros conjurados, se había ocultado en la estancia de la reina, su amante, que le había empujado al crimen. Entre las obras neogriegas dedicadas a la figura de Nicéforo Focas hay que recordar los dramas de Demetrio Bernardakis, Aristómenes Provelenghios y Niko Kazantzakis.
I. M. Panajatopoulos