Personaje de la novela Emma (v.), de Jane Austen (1775-1817), Miss Bates, «gran habladora de cosas sin importancia, llena de noticias insignificantes y de habladurías inocentes», es una señorita venida a menos, ni joven, ni bella, ni rica, que vive con su anciana madre, cuidándola y procurando sostener las apariencias con sus escasos recursos.
Sin embargo, no hay en ella nada de la tradicional acidez de las solteronas en circunstancias análogas. Sencilla y obtusa, es de un optimismo ilimitado en todo cuanto se refiere a sus semejantes. «Era una mujer feliz — dice la autora — y nadie la mencionaba sin simpatía… Quería a todo el mundo, se interesaba por la felicidad de todos, estaba dispuesta a reconocer los méritos de cada uno y se consideraba la más afortunada de las criaturas… porque tenía una madre tan excelente, tantos y tan buenos vecinos y amigos, y una casa a la que no faltaba nada». La humana simpatía que se desprende de ella hace que le perdonemos su incansable charla, sus discursos sin pies ni cabeza, en los que se agolpan informaciones, cumplidos y exclamaciones en un ininterrumpido torrente.
Miss Bates resume en sí la vida de todo el pueblo, las pobres aventuras cotidianas que se convierten en acontecimientos largamente comentados, y las relaciones entre las personas más destacadas de ese mundo limitado y sin grandes preocupaciones. Éste es sin embargo un mundo que conoce las normas de la buena educación y que sabe cuando las habladurías podrían convertirse en ofensivas, y se detiene siempre a tiempo. Miss Bates redime con su desarmada amabilidad y con la patética dignidad que le confiere el pertenecer a una familia distinguida y venida a menos — condición más desdichada que otra ninguna en una sociedad en la que tanto contaba el rango — todo cuanto el chismorreo pueda tener de fastidioso, ridículo y mezquino.
G. Melchiori