Madre Coraje

[Mutter Courage]. Pro­tagonista de la obra dramática del escritor alemán Bertolt Brecht (1898-1956) Madre Coraje y sus hijos (v. Teatro de Brecht) que tomó de la novela de Grimmelshausen (1625-1673) Admirable biografía de la archiembaucadora y pícara Courasche (v.), aunque ya aparecía incidentalmente en el Simplicissimus (v.), su obra más famosa.

Los tratamientos dados por ambos escri­tores a este personaje son totalmente dis­tintos; en realidad Bertolt Brecht más que el personaje recogió el mundo en que vi­vió. Anne Fierling — «Madre Coraje» para los soldados, pues el coraje es la virtud in­dispensable a la gente pobre para conti­nuar subsistiendo — es una vivandera que con su carreta y sus hijos sigue en la guerra de los treinta años igual al ejér­cito protestante sueco como al católico im­perial. Para Coraje la guerra es un ne­gocio, pero un mal negocio, pues le exi­girá el tributo de sus tres hijos; a través de ella iremos descubriendo la existencia del mundo mayoritario de los que siem­pre pierden («En general, se puede decir que a nosotros, la gente común, nos resul­tan bastante costosas tanto la victoria como la derrota») y la realidad que se esconde tras las grandes palabras que parecen mo­ver la historia («Si uno oye hablar a los grandes señores, parece que sólo hacen las guerras por temor de Dios y por todo lo que es bueno y hermoso.

Pero si uno se fija bien, resulta que no son tan necios, y que hacen la guerra por el beneficio propio. Y la gente pequeña como yo, tam­poco se movería, si no fuese por eso»). El panorama de la guerra, con ciudades des­trozadas y campos desolados, lo contem­plamos desde la posición que ocupa en él Anne Fierling; por eso la guerra pierde su grandeza y resulta ya no un absurdo, sino un medio de explotación, y los hechos gloriosos, las maravillosas palabras desapa­recen; para ella el instante histórico no es la muerte del general Tilly, sino el del golpe en el ojo de su hija, porque perte­nece a la gente vulgar «que sólo quiere su jarra de cerveza y su poco de diver­sión y no tiende a nada superior».

Madre Coraje carece de un conocimiento objetivo de su propia situación; conoce los hechos aislados, siente las injusticias que sufre, pero no se da cuenta de la lucha dialéc­tica de que forma parte; no ve en la guerra una contradicción, intenta vivir a caballo de ella y el conflicto penetra en su mundo subjetivo: quiere explotar a los soldados, pero pretende inútilmente guar­dar a sus hijos, y quien «de la guerra quiere vivir / con algo tiene que contri­buir». Su «alienación» le presenta el mun­do como una realidad extraña y contraria con la que hay que luchar empleando sus mismas armas, y hace de ella, en medio de su íntima grandeza, un ser frustrado al que no le es posible desarrollar sus mag­níficas posibilidades.

De esa «alienación» arranca también la soledad en que vive: no aparece nunca como parte de una clase o grupo social, sino como un ser aislado para el que fuera de él mismo sólo exis­ten sus hijos; y es la «alienación» lo que resume todas sus necesidades en una sola: el dinero. Con todo, Madre Coraje, por ser carne del pueblo, lleva dentro de sí, a ve­ces inconscientemente, las grandes verda­des y las soluciones sencillas; contra la injusticia, aconsejará a un joven soldado, se necesita una furia bien larga, no de una o dos horas («resulta muy triste descubrir que, de pronto, se soporta la injusticia»). El teatro de Brecht es una lección continua—se ha dicho que «aprender» es su pala­bra clave —, y esa lección tiene siempre como finalidad la adquisición de la con­ciencia de clase por el público; algunas veces la obra es el proceso de la adqui­sición^ de esa conciencia por un persona­je, así la Pelagia de La madre; no es és­te el caso de Anne Fierling.

Coraje es siempre la misma a lo largo de la obra; su experiencia vital no le hace descubrir la contradicción dentro de la cual vive, pero a través de la protagonista y de sus hijos encuentra el público la denuncia de una estructura social y se siente movido, al levantar sobre la familia de la Coraje una visión objetiva y desapasionada de la realidad social, a intervenir en la destruc­ción de esa estructura injusta. Del cono­cimiento práctico del personaje nace en el espectador un conocimiento teórico que lo mueve a la acción, y provoca en él un espíritu revolucionario. Con Madre Coraje, Brecht intenta, y lo consigue, crear un personaje en el que confluyan las contra­dicciones que viven en el seno de una sociedad feudal o burguesa.

En el nombre recoge dos notas caracterizadoras de su personalidad, las mismas que le proporcio­nan el nimbo de grandeza que la rodea: la maternidad y el «coraje», virtud indispen­sable a los que trabajan: «Las gentes po­bres necesitan coraje. Como que están per­didos. Sólo el hecho de tener que levantarse a la madrugada requiere, en la situación de ellos, muchos bríos. ¡O eso de ponerse a arar un campo en medio de la guerra! El mero hecho de que echen hijos al mundo demuestra que tienen coraje, puesto que no tienen ningún futuro. El uno va a ser el verdugo del otro, y se van a matar mu­tuamente y, si entonces quieren mirarse a las caras, necesitan coraje ¡y cuánto! El que toleren a un Emperador o a un Papa demuestra un coraje espantoso, como que eso les cuesta la vida». Y Anne Fierling, «Madre Coraje», lo necesitará en el último cuadro para mantenerse en pie y arras­trar la vieja carreta, casi vacía, en busca del hijo que ella cree vivo.

S. Beser