Hedvig

Personaje de El Pato Silvestre (v.), de Henrik Ibsen (1828-1906). Es una niña precoz, de alma sensible y de mentalidad abierta a toda experiencia nueva.

Pura y sencilla, crece serena en el nido que cree suyo, ignorante del engaño que la rodea, sin saber que no es hija legítima del fo­tógrafo Hjalmar, que a su vez se halla envuelto en la sutil red de mentiras tejida por el viejo propietario Werle. Fatalmente destinada a la ceguera por una triste he­rencia paterna, Hedvig avanza inconscien­temente hacia la eterna oscuridad alegran­do la casa con su gozosa irreflexión y sobre todo con la espontánea delicadeza de su sensibilidad femenina.

Como todos los per­sonajes principales del teatro ibseniano, Hedvig rebasa su estricta personalidad para erigirse en símbolo de la humanidad entera, necesitada de rodearse de una construcción ideal gracias a la cual la vida merezca ser vivida: así, con todo el ímpetu de su alma entusiasta, Hedvig crea inconscientemente su propia mentira vital que transfigura la vida monótona y uniforme de su casa. Su presunto padre, sentimental algo ñoño y romántico, a quien ama con arrebatado afecto, se convierte para ella en el futuro inventor que hará hablar al mundo entero de su gran descubrimiento; su abuelo Ekdal es un anciano que, abrumado por tremendas desdichas, se ve ahora acunado y malcriado como un niño a fin de que pueda, en el ocaso de su vida, hallar por lo menos la sombra de sus perdidas ilusiones; el pobre y desnudo solar es un bosque que ofrece, como buenas presas de caza, conejos y ga­llinas, y alberga, como si fuera un rey, a un pato salvaje milagrosamente salvado.

Pero cuando el joven Gregorio Werle revela a Hjalmar la verdad y éste, horrorizado, re­chaza lejos de sí a la niña sin darle ni si­quiera una palabra de explicación, Hedvig no sabe sobrevivir a la ruina del castillo de sus sueños. Como última prenda de amor a Hjalmar, que había podido dudar de su afecto, Gregorio la exhorta a sacrificar el pato salvaje, pero ella apunta directamente a su corazón el cañón de la pistola y pone así término a su fugaz aparición sobre la tierra.

B. Schick