Hedda Gabler

Protagonista del drama de su mismo nombre (v.), de Henrik Ibsen (1828-1906). «Es una señora de 29 años, de rostro y figura nobles y distinguidos. Su tez es ligeramente pálida.

Sus ojos, de color gris de acero, expresan una calma fría y serena. Sus cabellos son de un bello color castaño, pero no especialmente abundantes». Así está descrita en su entrada en escena, y a partir de aquel momento el autor pa­rece hacerse a un lado. Hedda, por su parte, tampoco se confiesa durante los cua­tro actos del drama, sino que la mitad de sus palabras tienden más bien a ocultar su alma. Sin embargo, es uno de los per­sonajes teatrales más vivos de todos los tiempos y de todos los países.

Indudable­mente, no es una mujer amable. A su alre­dedor se crea en seguida la atmósfera su­gestiva y a la vez repelente que emana de las personas caídas y no resignadas, cuyo prestigio se ha trocado desde hace tiempo en hastío y en desdeñosa altivez. Hedda es consciente de su decadencia: en realidad, siente la necesidad de «pesar sobre un des­tino humano» para demostrarse a sí misma su propia fuerza. Pero sólo L0vborg puede darle el sentido de su personalidad, el sen­tido de existir realmente fuera de la me­diocridad que la rodea. Y el darse cuenta de ello la exaspera, porque entre ella y el hombre media otra mujer: la insignificante Tea, que a pesar de su nulidad ha salvado a L0vborg del vicio y ha sabido inspirarle una obra genial.

Sólo cuando L0vborg le dice que Tea le parece una necia, Hedda le confía, en términos algo ambiguos, que tal vez en algún tiempo también ella le amó. Ésta es la única ventana que se abre sobre su alma. La decisión que L0vborg toma, de asistir a una cena entre solterones aman­tes del placer, le parece una victoria sobre Tea. Pero cuando, al día siguiente, L0vborg le habla del manuscrito de su obra, extra­viado durante la francachela, como de un hijo suyo y de Tea, Hedda se siente nueva­mente excluida de la vida del escritor.

Por ello no vacila en exhortarle al suicidio, aunque pretende reconquistarle después de su muerte. Éste y no otro es el significado de su deseo de que él muera «bellamente». Esa muerte bella completaría la imagen de L0vborg de los años pretéritos, y esa ima­gen sería el único punto luminoso en la vida mezquina de Hedda. Pero luego, «cuan­do cree haber hecho brillar en el mundo un destello de belleza absoluta, una bella muer­te, se entera de que sólo ha logrado prepa­rar y provocar la más trivial e inestètica de las muertes, en casa de una cortesana, de resultas de una herida en el vientre» (B. Croce).

G. Lanza