Personaje del diálogo de Platón que lleva su nombre (v.). Su existencia histórica ha sido puesta en duda, a pesar del testimonio de Aristófanes, quien cita varios sofismas de este representante de la erística. En el diálogo aparece precisamente, junto a su hermano Dionisodoro, bajo el aspecto del polemista pedante que cree hacer algo importante poniendo dificultades a los ingenuos mediante sencillos juegos de palabras.
Sócrates (v.) está — cuenta luego al fiel Critón (v.)—junto a Clinias, hijo de Axíoco, y con ellos se halla otro joven, el fogoso Ctesipo, amigo de Clinias. Se acercan Eutidemo y Dionisodoro, a quienes Sócrates conocía como expertos en los asuntos militares y forenses, aun cuando ahora se envanezcan de ocuparse en otras cosas muy distintas, entre ellas, la de enseñar en qué consiste la virtud. Interrogado por éstos el joven Clinias, se encuentra en un grave aprieto, a pesar de su inteligencia; los dos sabios compadres se divierten acorralándole a preguntas, y sus respuestas — cual Dionisodoro lo murmura, triunfante, al oído de Sócrates — se verán de todos modos refutadas.
La ironía de- Platón contra estos representantes de la erística — cuyos problemas, aunque expuestos en forma paradójica, respondían a exigencias lógicas de carácter particular — es realmente mordaz: les presenta seguros de sí mismos, engreídos de su vana ciencia y prontos a enojarse si Sócrates determina y limita el valor de los vocablos empleados en la discusión, lo cual les impide continuar ampliándolos hasta los más diversos significados.
En cierto momento, Ctesipo se enfurece: Eutidemo ha desarrollado una brillante argumentación — los amigos de Clinias quieren que se vuelva sabio, o sea, que se convierta en lo que ahora no es, y, por lo tanto, que pase del ser al no ser: quieren, pues, que muera — en el curso de la cual demuestra que Sócrates y Ctesipo no desean el bien de Clinias. Ctesipo no es hombre para quedar callado ante tales palabras, y empieza a insultar a los dos y a sus parientes más próximos valiéndose precisamente de los mismos sofismas que Eutidemo y Dionisodoro le han inculcado tan hábilmente y en tan breve tiempo.
Los dos sabios se regocijan, la multitud circundante se muestra entusiasta e impresionada, y los dos jóvenes, faltos de todo rigor verdaderamente filosófico, descuidan las irónicas reservas de Sócrates. Eutidemo, junto con su hermano Dionisodoro, encarna uno de los blancos polémicos de Platón: es uno de los muchos que creen poder convertir la filosofía — fenómeno muy frecuente entre quienes pertenecían a los círculos sofistas de Atenas — en un instrumento para exhibirse en público, carente de toda significación moral y sólo útil para engañar a los necios.
A. Pasquínelli