Protagonista de la novela de este nombre (v.) de la escritora americana Edith Wharton (1862-1937). En esta narración ingeniosamente compuesta, clásico menor de la literatura americana, el yanqui de Nueva Inglaterra que ha inspirado las figuras cómicas de Jonatás (v.) y Tío Sam (v.) facilita asimismo los elementos de la tragedia.
Frome, pobre labrador del apartado pueblo de Starkfield, se ha casado con Zenobia, mujer desaliñada, insoportable e hipocondríaca. Su casa es una especie de tumba en un pedazo de tierra estéril cuyas paredes son la pobreza, el matrimonio, el crudo invierno de Nueva Inglaterra y la despiadada inflexibilidad de la moral puritana. Cuando la joven y pobre prima de Zenobia, Mattie, atractiva muchacha campesina, va a vivir con ellos, penetra en esa casa de muertos una esperanza de vida. Nace entre Ethan y Mattie una inocente simpatía hecha de las «vibraciones de la indecible emoción experimentada al hallarse súbitamente frente a la felicidad, como ante una mariposa sorprendida en invierno en los bosques».
Zenobia, movida por unos celos malignos, ordena a la muchacha que se marche. Al darse cuenta de su mutuo amor, Ethan y Mattie comprenden asimismo que en él reside su única posibilidad de alegría. Pero cuando Ethan va a pedir prestado a un vecino el dinero necesario para la huida de ambos, se percata de que, si bien humanamente se le hace insoportable vivir sin Mattie, moralmente le es imposible marcharse con ella: su condición de puritano le impide llevar a cabo los actos de falsedad, engaño y negación moral que exige la huida.
Presos entre lo insoportable y lo imposible, ambos enamorados tratan de darse muerte juntamente lanzándose en trineo contra un árbol; pero sólo consiguen desgraciarse para toda la vida, con lo que la tumba se cierra ahora no sobre dos, sino sobre tres personas. El carácter de Ethan Frome, «esbozo granítico» sacado de una tierra pétrea, carece de complejidad psicológica. «Pedrusco humano» alto y huesudo, amargo, taciturno y nudoso como un arbusto de monte, más que el protagonista es el escenario de una tragedia de los elementos y la encarnación de un paisaje mudo y melancólico.
Esta misma tragedia es semejante al proceso por el cual el rigor cruel de un cerrado paisaje natural y moral influye igualmente sobre los organismos naturales y morales que lo componen. El «aislacionismo» provincial del yanqui pone de manifiesto en Ethan Frome las profundidades del aislamiento, la virginidad y la vida morales orgánicamente lógicos de los cuales deriva.
S. Geist