En Las nubes (v.) de Aristófanes (450-c. 385 a. de C.) es el padre de Fidípides, el rico terrateniente que tras un brillante matrimonio se ha trasladado a la ciudad, sin perder empero su socarronería, su mezquindad, su sentido de la pequeña intriga y una fundamental sanidad moral.
Su casa es una jaula de locos: una esposa refinada, de la mejor sociedad ateniense, un hijo alocado y pródigo que ha dilapidado su patrimonio y se ha cargado de deudas por culpa de su afición a los caballos. La comedia empieza con las tristes consideraciones de Estrepsíades sobre la desastrosa situación económica de su casa. Una sutil y gustosísima ironía nace del contraste entre sus manías de ahorro y las inconscientes y lujosas extravagancias de su mujer y su hijo.
Pero de algo ha de servir la picardía campesina: Estrepsíades ha oído hablar de la escuela de Sócrates (v.), donde se enseña a hacer prevalecer lo injusto sobre lo justo; llevará a ella a su hijo y saldará sus deudas con un par de elocuentes discursos. Pero el hijo no quiere ni oír hablar del «frontisterio» (cómico vocablo aristofanesco que podríamos traducir por «pensatorio») de Sócrates y el anciano decide ir personalmente allí para aprender aquel arte sublime.
En una larga escena entre Sócrates y Estrepsíades, el viejo sostiene el papel del tonto, o sea la tradicional contrafigura cómica del personaje docto, haciendo así resurgir con mayor evidencia las a menudo absurdas extrañezas del sabio. Naturalmente, Estrepsíades es rechazado de la escuela por torpe. Cuando vuelve a ella con su hijo, y éste aprende a hacer pasar por justo lo injusto, el anciano descubre con tristeza el error que ha cometido, por cuanto su hijo le demuestra que es justo que un hijo pegue a su padre. Entonces resurge en él la sana y ruda moral campesina, y pega fuego al «pensatorio».
La descripción irónica y divertida, pero en el fondo benévola, de su carácter mezquino, de sus modestas e interesadas astucias y de sus problemas familiares, sirve para bosquejar su carácter moral. Estrepsíades es uno de los personajes más burgueses y menos fantásticos de las comedias dé Aristófanes, y quizá por ello dio pie a numerosas imitaciones en la comedia nueva y, a través de ella, en la comedia latina.
P. Pucci