Héroe del poema de su nombre (v.), obra maestra del período cretense de la literatura neogriega (siglo XVII, atribuida al veneciano Vincenzo Cornaro), cuya trama se halla inspirada en gran parte en la novela francesa París y Viana (v.), a través de una versión italiana.
Erotócrito es, al mismo tiempo, un héroe romántico y un héroe nacional: sufre por amor y se enfrenta con los enemigos de su país. Su heroísmo y sus actos de valor son precisamente los que le elevan hasta la alta categoría de la doncella de sangre real en quien ha puesto sus ojos. Se trata de un amor tierno y romántico, tímidamente expresado en la sombra a través de serenatas y canciones, pero que no llega a revelarse claramente.
Las tentativas del rey para descubrir al desconocido cantor resultan vanas, a pesar de lo cual éste se ve obligado a alejarse de Atenas. Mientras tanto, la princesa, la bella Aretusa (v.), que había empezado ya a sentir simpatía hacia el cantor ignorado, descubre quién es el autor de las serenatas. La falta del acostumbrado homenaje nocturno la pone ahora melancólica y triste.
Su padre, el rey de Atenas, organiza un torneo para distraerla, al que acude, entre muchos otros caballeros, el joven Erotócrito, que tiembla a la vista de la amada pero se distingue al vencer uno tras otro a todos sus adversarios, hasta que finalmente recibe de manos de Aretusa la suspirada corona de oro que constituye el premio del torneo. Alentado por estos éxitos, se atreve a pedir al rey la mano de su hija. Rechazado, marcha al destierro, no sin haber recibido antes de su amada un anillo como prenda de fidelidad.
Mientras tanto, Aretusa, que rehúsa casarse con el hijo del emperador de Bizancio, es encarcelada por su padre. Todo parece perdido. Pero el alejamiento, en lugar de amortiguar el amor del joven, acrecienta su ardor; el estímulo de este amor le da fuerzas, y, así, el tierno enamorado, el cantor melancólico y el perfecto caballero se convierte en el héroe nacional. La patria se ve invadida por el rey de los Vlacos y su suelo es devastado. Erotócrito acude desde su destierro y lleva a término verdaderos prodigios de valor, a pesar de lo cual no es reconocido por nadie, a causa de un agua mágica que tiñe de negro su rostro.
Salva al rey de Atenas, que estaba a punto de caer prisionero, y éste, agradecido, le ofrece la mitad de su reino. El valor de Erotócrito culmina en el epílogo: un duelo entre el caudillo Aristo, llegado de Occidente para auxiliar a los Vlacos agresores, y el negro paladín de Atenas va a decidir el destino de la guerra. La contienda adquiere caracteres homéricos; los golpes son desesperados: cae Aristo, y Erotócrito es recogido herido del terreno de lucha.
El valor, ahora, alcanzará lo que no pudo el amor, aunque no sin que se produzcan todavía algunas nuevas peripecias e incertidumbres. Trasladado al palacio y curado de sus heridas, el desconocido pide al rey, como premio, la mano de Aretusa. Ésta, desde la cárcel, rechaza a los mensajeros de su padre que le hablan de boda. Pero una vez puestos a prueba el amor y la fidelidad de su amada, Erotócrito recobra finalmente su color natural y es reconocido.
B. Lavagnini