El Pobre Enrique

[Der arme Hein­rich]. Protagonista del poema de su nombre (v.), de Hartmann von Aue (11709-1220?), Enrique es un perfecto caballero, respetado y poderoso, que en medio de una vida rica y feliz es atacado por la más temida de las enfermedades, la lepra, que le pone al margen del mundo.

En su aventura es evi­dente el intento didascàlico de la obra, cuya inspiración caballeresca cede ante la intención moral y religiosa. Por ello la fi­gura de Enrique resulta algo fría, a pesar de que posee todas las virtudes cristianas, desde la resignación a la humildad y desde la caridad a la pureza. El momento más humano que atraviesa su alma se produce cuando, en casa del médico de Salerno, la doncella se dispone a sacrificar su sangre por él, y una súbita piedad domina el co­razón del caballero, que prefiere resignarse y aceptar humildemente como don de Dios su terrible enfermedad, antes que permitir que por él se sacrifique la doncella.

El milagro resuelve sólo la situación exterior, pero no altera los demás presupuestos del caballero, el cual se casa con la joven y, convencido de la inestabilidad de las cosas humanas, se consagra al ejercicio de las virtudes cristianas. El relato acaba pade­ciéndose más a una leyenda piadosa que a una aventura caballeresca. Hartmann, que era poeta refinado y de buen gusto, intentó limar y suavizar todos los elemen­tos dramáticos que podían hallarse en un relato semejante; y el resultado de ello fueron unos personajes sin fisonomía ni personalidad. Por ello el mérito principal de la obra es la cristalina sencillez de la narración y la atmósfera clara y lúcida en que se desenvuelve.

El mismo argumen­to fue modernamente utilizado por Gerhart Hauptmann (1862-1946), el cual dio de él una versión más naturalista, intentando in­terpretar la psicología de los personajes, y especialmente de la muchacha, según motivos terrenales y sensuales.

V. M. Villa