Personaje de Almacén de antigüedades (v.), novela de Charles Dickens (1812-1870). Es un tipo que se halla con frecuencia en la literatura narrativa victoriana: un joven empleado londinense, sin un céntimo en el bolsillo, pero lleno de vitalidad.
Tales empleados abundan en las páginas de Anthony Trollope (1815-1882). Pero lo que distingue a Swiveller de sus colegas es el entusiasmo que pone en sus grandes frases. Muchos novelistas habían ideado personajes semejantes, pero sólo Dickens podía hacerle hablar como habla, con una magnífica y absurda redundancia que recuerda el lenguaje del siglo XVII.
Que Dick llegue a olvidar sus quebraderos de cabeza bebiendo una copa con un amigo, puede resultar divertido, pero más divertido es todavía que invite a ese amigo, que bebe en su propia copa, a «reanimar la languideciente llama de la hilaridad abanicándola con las alas de la amistad» o que, al recapacitar acerca de la borrachera del día anterior, diga: «¿Qué mal hay en ello, si el fuego del alma se enciende en el candil de la convivalidad y si el ala de la amistad no cambia ninguna de sus plumas?» Como los personajes del Cuento de cuentos (v.) de Giambattista Basile, ese mísero empleado londinense, aun en los momentos más negros, halla desahogo y diríase que cierta felicidad en pronunciar sus grotescas y altisonantes frases.
M. Praz