[Coriolanus]. Héroe del drama de este nombre (v.) de W. Shakespeare (1564-1616). Si Macbeth (v.) es la tragedia de la ambición y Otelo (v.) la de los celos, Coriolano es la tragedia del orgullo.
En el carácter de Coriolano, no obstante, se nota cierta deshumanización, no sólo en cuanto a la escasa humanidad de la pasión que le subyuga, sino en algo más absoluto e irreparable. En la casi totalidad del drama aparece Coriolano como un autómata del orgullo; dice Menenio, muy gráficamente, que se mueve como una máquina de guerra»: no sólo parece que todo en él dependa de cierto resorte central, sino que fuera de éste ya nada haya, por cuyo motivo poco, en realidad, nos impresiona su tardío enternecimiento ante el ruego materno, tanto más cuanto que nos aparece sólo como una rendija que no tarda en volver a cerrarse con firmeza.
Así como, más tarde, Timón de Atenas personificará, en manos de Shakespeare, la misma libertad y, luego, la misantropía en carne y hueso, Coriolano se nos manifiesta, a veces, más que como un hombre orgulloso, como la personificación del orgullo, grotesco en su alegórica in- flexibilidad. Esta rigidez, no obstante, es un antiguo carácter romano intuido por Shakespeare en su fuente: Plutarco, traducido por North; y, precisamente, la Roma de Shakespeare es aquella cuya más alta expresión artística se concretó en la sátira.
Y en un ambiente satírico sí puede parecer natural el profundísimo desprecio de Coriolano hacia la multitud: odia a la turba, mudable, necia, hedionda, hidra de múltiples cabezas, que no tiene ni debe tener derecho alguno y sólo puede servir como carne de cañón en la guerra. Se lanza contra ella con la furia precisa del toro contra la muleta; el dramatismo de Coriolano es semejante al de una corrida: sabemos que el noble y necio animal acabará sucumbiendo fatalmente.
M. Praz