El Caronte (v.) de los antiguos griegos se ha convertido en Caros, que para el pueblo neohelénico es el genio mismo de la muerte.
En los cantos populares y sobre todo en los lamentos fúnebres se le presenta no bajo el aspecto de un esqueleto armado de una guadaña, como hacen los pueblos de la Europa occidental, sino como hombre robusto y gallardo, de anchas espaldas y fulgurante mirada. Vestido de negro, baja a la llanura en su caballo, arrastrando tras de sí una lívida caterva de espectros. Caros «lleva delante de sí a los jóvenes y detrás a los viejos (o a los jóvenes por los cabellos y a los viejos por la mano), y a los niños en la silla de su montura».
Lleva cuchillos y estiletes y es feroz e implacable. Aunque los muertos le rueguen que pase por un pueblo o por alguna fresca fuente «para que los viejos beban un poco de agua, los jóvenes jueguen al disco y los pequeñuelos cojan flores», él no les escucha. Muchas veces ataca por sorpresa a su víctima cuando ésta menos lo espera, en medio de la mayor felicidad. Así la bella Evgheinula se alaba de no temer a Caros y éste se convierte en pájaro negro y la hiere con una flecha en el meñique (o, en forma de serpiente, la muerde).
Otras veces halla a sus víctimas en plena diversión o sentadas a la mesa del banquete, o invita a un joven, bello y valeroso — soldado, cazador o pastor — «a combatir con él en las eras de mármol o de hierro». Por nueve veces vence el joven, pero al final Caros le agarra por los cabellos, le hace arrodillarse y le obliga a bajar al mundo de los muertos. Allí Caronte tiene su palacio, allí banquetea con su esposa Carontesa, mientras los muertos le alumbran con velas o le sirven de beber.
En aquella hora los vivos no deben entonar el lamento fúnebre porque los muertos se turbarían y no dejarían comer en paz a Caronte. Además de esposa e hijos, Caronte tiene madre, que es la figura más característica creada por la fantasía popular: Caronte ensilla su caballo a la luz de la luna y su madre le da instrucciones para que no arrebate «a madres con hijos, ni a hermanos con hermanas, ni a parejas de recién casados».
Otras veces la propia madre de Caronte se lamenta y recomienda a cuantos tienen hijos o hermanos que los escondan, y que las esposas oculten a sus maridos «porque ella tiene un hijo cazador, un hijo corsario». En uno de los cantos la madre de Caronte llega incluso a maldecir a su hijo («¡maldito seas, hijo mío, maldito seas dos veces!») por el mal que causa al mundo. Así, al lado de la odiosa y despiadada figura de Caros, su madre aporta una nota de compasión humana, incluso en el tenebroso y desolado mundo del más allá.
L. Politis