[Brangien, Brangwain, Brangáne]. Desde los trovadores anglonormandos (Thomas, Béroul) que en el siglo XII dieron vida artística por primera vez a la leyenda amorosa céltica de Tristán e Isolda (v.), introduciéndola en la poesía francesa «courtoise», y a través del poema incompleto en alto alemán medieval (mittelhochdeutsch) de Gottfried von Strassburg, que hacia 1210 elaboró nuevamente el poema de Thomas con espíritu y forma propios, hasta el «Wort-Ton-drama» de Richard Wagner (1857-1859), que mediante la conjunción mágica de la poesía y la música supo dar ciudadanía universal al mayor de los poemas amorosos de la Edad Media, el personaje de Brangel, unido indisolublemente al de Isolda la Rubia (v.), pasa por un proceso de ennoblecimiento psicológico y poético.
En los poemas franceses, Brangien no es más que la humilde criada cuyos servicios se remuneran; pero su posición va elevándose, y llega a sustituir a Isolda en el tálamo del rey Marco (v.) en la primera noche nupcial. Gottfried, primeramente, ennoblece a la sirvienta, transformando a Brangwain en una dulce confidente, que empieza ya a participar, tímidamente, en el drama amoroso de la «señora».
Wagner, finalmente, acentúa esta transformación ya iniciada en su fuente principal, e introduce en la acción del poema dramático al personaje de Bran- gáne, con rasgos que, aun manteniéndose en los límites del respeto debido a su señora, se van enriqueciendo con matices y acentos fraternos. Más aún; en Wagner el personaje de Brangáne no administra «sic et simpliciter» a Isolda y Tristán (v.) el tradicional filtro como un bebedizo cualquiera, sino que con él sustituye un brebaje mortal, que Isolda le había ordenado preparar para liberarse a sí misma y a su amado de un trágico amor ya encendido.
Por ello, Brangáne, en Wagner, se convierte en un medio de ahondamiento psicológico en el drama de los dos amantes renovado «ab imis», ya que es precisamente la sustitución del filtro amoroso por el mortífero lo que abrirá entonces a aquellos dos el fabuloso Reino de la Noche, en que el Amor se funde totalmente y se completa en la embriaguez misticosensual de la Muerte amorosa de ambos. La primitiva «sirvienta» de los poemas franceses se transfigura así, en el «Wort-Ton-drama» wagne- riano, en una fantástica proyección, en la figura dramática del Hado que (en la realidad de la vida, cual la imaginara el Romanticismo) creó hermanos al Amor y la Muerte.
V. Errante