Personaje de la trilogía Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno (v.). La historia del montañés Bertoldo en la corte de Alboíno es la refundición de un diálogo latino traducido al italiano bajo el título de El Dyalogo de Salomon e Marcolpho (Venecia, 1502), y constituye el último eslabón de un ciclo antiquísimo de leyendas que ya a fines del siglo V se había difundido por todo el Occidente, a pesar de los esfuerzos realizados por la Iglesia para evitar su propagación, por causa de los acentos de malicia excesivamente diabólica puestos en boca del antagonista de Salomón (v.).
Empezaba así: «Estando sentado Salomón en la .Sede Real de su Padre David lleno de sabiduría y riquezas, se le presentó un hombre llamado Marcolpho, procedente de la parte oriental, de feísimo y deforme rostro, aunque no menos sabio y muy elocuente; con él estaba su mujer, sobremanera horrible y tosca…». Dejando aparte el hecho de que el Bertoldo de Giulio Cesare Croce (1550-1609) no aparece con su mujer, las directrices del relato, exceptuando el orden de los acontecimientos y la adopción o variación de ciertos detalles, son exactamente las mismas; sin embargo, Bertoldo actúa con menor decisión y se manifiesta, asimismo, bastante menos diabólico y triste, aun cuando la esencia y el espíritu del tema son los mismos.
Es el pueblo quien se ha complacido en enfrentar un impasible e invencible competidor de su misma categoría al más sabio de los hombres y al más poderoso de los reyes, oponiéndole el más abyecto y deforme de los villanos, el cual, con sus enigmas, respuestas y refutaciones deja totalmente sin aliento al mismo sapientísimo Salomón. Croce, con su innata bondad de hombre del pueblo, es causa de que la sátira de Marcolpho pierda gran parte de su virulencia y de su vigor.
Lo único diabólico o endiablado que queda en Bertoldo consiste en un leve reflejo del espíritu de rebelión del siervo de la gleba que, a lo largo de toda la Edad Media, irá preparando el futuro desquite sobre el señor feudal. Faltan en Bertoldo ciertas indecencias excesivamente bajas y algunas críticas demasiado crudas contra las mujeres; en cambio, se le han incorporado nuevas «astucias», nuevos proverbios y nuevos acertijos, muchas indirectas contra los cortesanos, y, en general, todas aquellas máximas que más intensamente apestan a ajo y cebolla. Creación totalmente personal de Croce es la figura de la encolerizada Reina, enemiga acérrima de Bertoldo.
Una razón de la popularidad de Bertoldo es el sabor de sentenciosa verdad de sus máximas, muchas de las cuales son, real y propiamente, «máximas eternas» y dichos tan viejos como el mundo, que convierten al librito en una especie de código de la vida cotidiana, de prontuario de sabiduría que reúne de todo un poco, aun las normas del más redomado y anti heroico aldeanismo. Se trata de una lógica fundamentada esencialmente en el provecho propio y la desconfianza más recelosa: «Quien dice mal, acierta casi siempre». «Sólo se engaña quien confía».
Lo que, en ocasiones, impresiona mayormente es la idea de la gran antigüedad del mundo; dice Bertoldo a Alboíno: «Cuatro mil años antes de que tú existieras ya rebuznaba el asno». Este rebuzno, percibido a cuatro mil años de distancia, da realmente el tono a toda la «filosofía» del Bertoldo.
A. Baldini