Es el «misántropo» en la comedia de este nombre (v.) de Molière (1622-1673); es el hombre de rígida virtud, partidario de no traicionar ni ocultar nunca la verdad.
En el mundo liviano y dorado que le rodea, lleno de todas las transacciones y concesiones típicas del siglo XVII francés, Alceste es el huésped ingrato e intratable y el censor jamás dispuesto a deponer su descontento. Pero por otra parte es una figura dolorosamente cómica a causa del amor que lo ata a Celimena (v.), la más atractiva y casquivana expresión de aquel mundo, y a causa de su ingenua esperanza de poderla corregir de aquella coquetería que precisamente constituye su hechizo y su razón de ser.
No tiene importancia averiguar si el autor retrató en Alceste al Duque de Montausier, o si le dio algunos rasgos de Boileau, o si plasmó en él buena parte de su propia pasión. Lo cierto es que, aunque fuera inconscientemente, enriqueció su significación creando una gran figura humana, destinada a aparecer cada vez más dolor osa a los ojos de la crítica romántica y del sentimiento moderno. Habiendo partido de la idea de un personaje completamente cómico, como lo indica el título primitivo de la comedia, El Atrabiliario Enamorado, el poeta acabó por darnos una de las más vastas y meditativas representaciones de lo humano.
V. Lugli