[De Analogía]. Obra lingüística que ha llegado fragmentaria hasta nosotros, escrita por Cayo Julio César (100-44, a. de C.), el cual concibió, podemos decir, la actividad filológica con el mismo entusiasmo, osado pero reflexivo, con que desarrolló su actividad política y militar. En vísperas de una gran expedición, escribía en su tienda pretoria y dedicaba a Cicerón estos dos libros llenos de erudición, de penetración, de inducción, nacidos en el ámbito de la escuela analógica alejandrina. Innovador y restaurador a un tiempo, César pasó los confines de la legalidad para restaurar el orden de la misma legalidad, y en literatura se hizo revolucionario para restaurar la pureza y los demás valores de la literatura latina. Esta obra era programa y, al mismo tiempo, preparación cultural para la composición de sus historias autobiográficas o Comentarios (v.), que, en su aparente facilidad de estilos, son en substancia un profundo trabajo de autocrítica, de continua vigilancia y dominio de sus propias actividades. César consideraba, en su ensayo, cómo la composición de una obra literaria ha de luchar con problemas, cuestiones y escrúpulos diversos. A cada paso se presenta el temor de errar, por todas partes se alza algún peligro; unas veces es el neologismo, otras su opuesto defecto, el arcaísmo; a veces surgen dudas acerca de la bondad de ciertos nexos ideológicos. Pero siempre resuelve la dificultad y corta todo nudo la norma de la analogía, que siendo construcción racionalista, rechaza, según el paradigma, todo nombre que termina en una misma desinencia y hay que volver a la declinación paradigmática, aunque la costumbre, que es perversión y vulgarización del sentido lógico, afirme lo contrario. Con tales afirmaciones dogmáticas de analogismo, César hubiera podido convertirse, en la práctica literaria, en un pedante purista y un frígido escritor. Pero le salvaron su energía interior y sus dotes artísticas; y así consiguió ser escritor eminente y ejemplar.
F. Della Corte