[Zur Analysis der Wirklichkeit. Eine Erórterung der Grundprobleme der Philosophie]. Obra del filósofo alemán Otto Liebmann (1840-1912), publicada en Estrasburgo en el año 1876. Frente a las polémicas filosóficas y científicas de finales del siglo XIX que se pueden resumir en la antítesis entre el esplritualismo en sus varios matices y el positivismo naturalista con tendencias materialistas, el autor afirma el punto de vista neo- kantiano del cual es uno de los primeros defensores. La lucha filosófica es lucha fecunda, porque por las antítesis y las polémicas, la filosofía es impulsada a analizar cada vez más profundamente sus problemas. La problematicidad, pues, no es un «defecto» de la filosofía, sino su misma esencia, lo mismo desde el punto de vista objetivo de la estructura del saber filosófico en sí, que desde el punto de vista subjetivo, esto es, del «tipo» espiritual del filósofo, crítico, dubitante e investigador por excelencia. Con todo, el autor se inclina a oscurecer esta problematicidad, viéndola en función de un realismo trascendente y absoluto; en la base del reconocimiento del derecho y de la fecundidad de los contrastes de direcciones y posiciones, en el seno de la filosofía, debe estar como axioma supremo la aserción de que junto a todas las diferencias subjetivas de opiniones existe una única, absoluta verdad, que para nosotros es, quizás, accesible sólo por aproximación. A través del orden de las percepciones nos vemos impulsados hacia el concepto racional de un mundo real absoluto, cuyo orden está en algún modo reproducido por la serie de nuestras percepciones.
La filosofía, pues, como lo era para Aristóteles, es «conocimiento» (o, mejor, investigación) de los primeros principios y de las primeras causas; pero al mismo tiempo, como para Kant «ciencia de los límites de la Razón». Así la antítesis entre idealismo y realismo ampliamente estudiada por el autor en su historia, se resuelve en la admisión de un «apriorismo racional», según el cual «las leyes que dominan de hecho el conocimiento toman su origen de las leyes eternas de la inteligencia, de las cuales no se sabe si son accesibles a nuestra investigación». Análogamente el docto análisis de la antítesis existente en el seno de la ciencia de la naturaleza y de la psicología de su tiempo, entre mecanicismo y vitalismo, se resuelve en la aserción de que los fenómenos naturales y psicológicos (como la asociación de las ideas) no se pueden estudiar sino obedeciendo a un rígido esquema causal y matemático, pero que, sin embargo, este método encuentra ante sí, como irresoluble (aunque aproximable al infinito) el límite de un «quid» incognoscible e indeterminable en sí, que puede ser la vida, la entelequia, la idea, el espíritu. Y finalmente la «mutabilidad» [histórica] de los conceptos de belleza y moralidad no se opone en modo alguno a la existencia de supremas leyes normativas de la Estética y de la Ética; en efecto, la realidad no es una expresión simple y constante de las leyes, sino el mudable producto de leyes eternas y de mudables condiciones especiales». Así este postulado de un orden racional absoluto en sí acaba por sofocar la problematicidad en favor de una de las dos tesis con el agravante de un efectivo agnosticismo el cual anula también la síntesis dogmática que intenta el autor.
G. Preti