Novela del escritor argentino Enrique Larreta (1875-1961). En 1926, a dieciocho años de distancia, siguió a La gloria de don Ramiro (v.), la celebrada novela histórica del mismo autor, sin alcanzar su difundido éxito. Es la historia dramática de un joven y rico estanciero criollo, Federico de Ahumada, de ascendencia española hidalga, apodado por un primo con afectuosa burla «Zogoibi» (el Desventuradillo), con alusión al sobrenombre del débil Boabdil, el último rey de Granada.
Falto de voluntad, soñador por los resabios románticos de sus lecturas, el protagonista se debate entre el amor puro que siente por su cándida novia Lucía, joven huérfana, heredera de la vecina estancia de San Miguel, y la pasión carnal que lo atrae hacia una enigmática y hermosa forastera, Zita, casada con un enérgico industrial yanqui, el señor Wilburna, el cual ha instalado una fábrica en las inmediaciones de El Mirador, la estancia de Federico. Éste es activo y valiente; aunque doctorado en leyes, ama el campo y se habría casado con Lucía, a no ser por la oposición invencible de las tres tías solteronas y devotas a cuyo cargo ha quedado la niña, quienes tienen al mozo por un hereje porque es racionalista y descreído. La forastera, de nacionalidad ignorada, con algo de aventurera, es una ambigua personalidad de seductora, compuesta por el autor según las fórmulas más exquisitas del diletantismo estético que se prolongó en la novela modernista americana hasta estrado el siglo XX.
Animan la intriga novelesca personajes y escenas de la vida de la estancia; entre los primeros particularmente el círculo de los parientes y amigos de Federico, descastados algunos de ellos, con la mirada puesta en París, como era común antes de la primera guerra mundial, en la rica burguesía criolla. El desenlace es trágico. Federico, ha alhajado en una antigua tapera un refugio para sus encuentros con Zita. Cuando la resistencia de las tías parece que será dominada y que la forastera partirá para París, acude a la última cita de amor. Pero alguien acecha a los amantes. A la luz indecisa del crepúsculo Federico ve una misteriosa sombra; presume que es el gaucho que por injustas sospechas ha jurado matarlo, y cuando el bulto avanza sobre él, lo derriba de una puñalada. Fatal error: quien estaba en acecho y cae es Lucía.
Enloquecido, Federico se da muerte con el mismo puñal y queda tendido «en el inmenso lecho de la tierra fúnebre y nupcial, junto a su desdichada Lucía». Más que por el gusto, por los caracteres y por el final de melodrama, Zogoibi se recomienda por el arte con que Larreta ha encuadrado la trágica historia, mediante su prosa señoril, rica en imágenes sensoriales, castiza y centelleante de luces modernas, en el marco de una pampa espiritualizada, algo estilizada, pero descrita con vigor y sentida hondamente, cuya presencia melancólica y misteriosa envuelve la acción.
R. F. Giusti