[König Ottokars Glück und Ende]. Drama de Franz Grillparzer (1791-1873), escrito en 1823 y representado en 1825 en el Burgtheater de Viena. Inspirado en la comedia española La Imperial de Otón (v.), de Lope de Vega, es un drama de fondo historicopatriótico: el mismo Grillparzer en su autobiografía nos dice que representando la vida del rey Ottokar había tenido presente a menudo la figura de Napoleón.
Pero si alguna analogía puede encontrarse, el héroe de Grillparzer no puede sostener esta intención y acaba siendo incluso inferior a la poderosa personalidad de Ottokar como nos la describen los historiadores. La acción nos lleva al año 1273, cuando el rey Ottokar, en el apogeo de su gloria y de vuelta de una feliz expedición contra Hungría, para tener un heredero a quien dejar sus vastos dominios, repudia a su esposa Margarita de Austria y se casa con la ambiciosa y cruel Cunegunda, princesa de Hungría. Este acto indispone a los grandes de Austria, de Estiria y de Carintia, estados que Margarita había llevado como dote al rey. Los nobles, disgustados por la ofensa infligida a su soberana, se alejan y alían con Rodolfo de Habsburgo, entonces elegido emperador.
Ottokar se niega a rendir homenaje a Rodolfo y amenaza con llevar la guerra a Bohemia contra el Imperio. Pero luego, al verse abandonado por muchos de sus caballeros, se decide a seguir el consejo de un adicto y prudente consejero y se presenta ante el emperador, que le había invitado a un coloquio amistoso. Subyugado por la nobleza y firmeza de Rodolfo, Ottokar consiente por fin en rendirle homenaje, y recibe así la investidura de Bohemia y Moravia. Pero la paz entre los dos soberanos dura poco, porque Ottokar, amonestado con sarcasmo por Cunegunda por haberse mostrado humilde y débil, rasga con sus manos el tratado de paz y reanuda la lucha. Pero su estrella ya declina: en vano intenta animar con su presencia a los soldados que combaten sin entusiasmo, hasta que, herido de muerte, cae en el campo de batalla de Marchfeld.
El drama, a pesar de ciertas vacilaciones e incertidumbres debidas al contraste entre la naturaleza íntima y recoleta del poeta y la figura del protagonista, consigue a pesar de ello, en determinadas escenas, un intenso dramatismo. La escena del encuentro entre Rodolfo, el noble príncipe dedicado enteramente a procurar el bien de sus súbditos, y Ottokar, caprichoso e indolente, es de un gran realismo. Más que el protagonista, adquiere proporciones gigantescas la figura de Rodolfo, con cuya apoteosis concluye el drama.
C. Zurlini