Poema del alemán Nikolaus Lenau (Niembsch von Strehlenau, 1802- 1850), publicado en 1837. Lenau, que animado por su amigo Martensen y por Sophie von Lownthal, había tendido, después de una crisis religiosa, hacia el Cristianismo, una vez estudiados los Padres de la Iglesia, y sobre todo los místicos; concibió la idea de dedicar una trilogía poética a la libertad religiosa, purificadora y vivificadora del mundo. El triple poema debía comprender un Huss, un Savonarola y un Hutten, pero tan sólo Savonarola fue llevado a término. Lenau utilizó la obra de su amigo Rudelbach sobre Savonarola, y a ella se atiene estrictamente.
El poema, dividido en 25 cuadros, en cuartetas de rima alterna, pinta la vida de Savonarola desde el día en que sintió nacer su gran vocación hasta su muerte. Aparece representado como un noble y austero temperamento inconmovible en su fe, incomprendido por aquel mundo, lleno de intrigas y opacas mentiras, que le rodeaba. Los episodios de la corte medicea, así como la muerte de Lorenzo el Magnífico, y los cantos que se refieren a la vida de los Borgia, históricamente falseados, sirven sobre todo para dar mayor realce a la figura del fraile. Asimismo, como fondo, aparece la figura de fray Domenico, que es su compañero en los tiempos de noviciado y le sigue, como sombra fiel y paciente, hasta la hoguera. Más dramática es la figura del hebreo Tubal, quien, víctima de la persecución que se ensañó en sus tiernos hijos, blasfema contra Dios y la Iglesia hasta que al fin encuentra al Mesías en el pálido rostro del mártir que camina hacia el suplicio; delicada, al principio y al final del drama, es la figura de la madre de Savonarola, único personaje femenino de toda la obra.
Superadas las dificultades que ofrecían las inevitables discusiones teológicas, como las predicaciones de Savonarola y de su adversario Mariano, Lenau se revela como profundo conocedor de la Biblia (v.), mientras el tono contemplativo y el simbolismo derivan del Apocalipsis (v.). El poema, que está penetrado de intensa religiosidad (religiosidad que Lenau no eleva a las regiones de la trascendencia), suscitó vivas discusiones cuando se publicó: combatido por los católicos por el tono sumamente anticlerical y reformador, fue a la vez acusado de excesivo misticismo por los librepensadores, todavía dominados, como señala el propio Lenau, por Spinoza y Goethe. La naturaleza eminentemente lírica de Lenau se frustra ante las dificultades de la composición épica de gran alcance. Solamente los pasajes sentidos subjetivamente, en los que el poeta se postra con su héroe ante la Cruz, tienen un valor permanente en la obra.
G. F. Ajroldi