Bajo este título se agrupan las siguientes obras en prosa del costumbrista catalán Emili Vilanova (1840-1905): Les bodes d’en Cirilo [Las bodas de Cirilo], El pati d’en Llimona [El patio de Llimona], Qui compra maduixes…! [¡Vendo fresas!], Los moros contrapuntats [Los moros contrapuntados], L’ase de l´horlolá [El asno del hortelano], A casa l´Arcalde [En casa del Alcalde] y Colometa la gitana o Lo regrés de los confináis [Colometa la gitana o el regreso de los confinados, v.].
Es el creador del sainete en Cataluña. Junto con Albert Llanas y Pin i Soler aparece como elemento propulsor de la transformación de la comedia catalana en un arte depurado y selecto. Los sainetes de Vilanova se reducen a breves situaciones escénicas en las que una psicología de rasgos guiñolescos, una técnica sencilla y lineal y un argumento casi inexistente, a través de un lenguaje agudo, chispeante y pintoresco, feliz recreación del lenguaje de la calle, constituyen un «petit chef d’ceuvre» de notable valor literario. Sus temas reproducen vivamente las costumbres, la fisonomía y el alma sosegada de la vieja Barcelona ochocentista, de la que él ha sabido crear un verdadero mito (v. Escenas barcelonesas). El tema de Colometa la gitana o Lo regrés de los confináis se aparta por su exotismo del mundo típico de Emili Vilanova y tiene sus precedentes en las narraciones cortas del autor y como ellas está tratado desde un ángulo superficial y pintoresco.
De toda la obra del escritor catalán es la que le ha otorgado una popularidad mayor, la que aún se representa alguna vez, y sobre todo la que le ha valido con más razón su fama de gracioso escritor costumbrista. En los Sainetes de Vilanova, como en sus cuadros de costumbres, palpita la realidad vivida por el escritor, pasando del ambiente al escenario por el tamiz del alma del artista. Vilanova interpretaba seres humanos con sus ansias, sus alegrías y sus congojas. Y los interpretaba saturado del ambiente e identificado con sus modestos héroes de vecindad. De esta forma acierta a idealizar el natural sin que el artificio descomponga jamás el encanto de sus frescas e ingenuas creaciones. El pueblo — con su murmurar y sus disputas salpicadas de fraseología pintoresca y punzante — que anidaba en el corazón de la vieja ciudad, fue la musa sentimental, retozona y amablemente picaresca que inspiró a Emili Vilanova y que tiene su admirable plasmación en los Sainetes.