Rimas de Tasso

[Rime], Son cerca de dos mil, entre sonetos, canciones, madrigales y poesías de diferente metro, y no forman, como el Cancionero (v.) de Petrarca, una obra cerrada en sí, puesto que son fruto de una actividad marginal de Torquato Tasso (1544-1595), que las compuso con señorial prodigalidad, desde su adolescencia a sus últimos años, sin pensar en recoger las me­jores en una selección, que no obstante no hubiera podido tener una posible unidad, debido a la materia dispar y el diverso es­píritu.

Suelen dividirse en «Rimas a Lu­crecia Bendidio», «Rimas a Laura Peperara», «Rimas amorosas extravagantes», «Ri­mas ocasionales y encomiásticas» y «Rimas religiosas», reflejando los aspectos y los momentos de la vida varia y atormentada del poeta: el joven enamorado; el cortesa­no perfecto, habilísimo en tornear a la perfección un elogio, una galantería o una chanza para deleite de las damas o de los caballeros, y siempre dispuesto a cantar es­ponsales, nacimientos o muertes principes­cas; el literato sensibilísimo a todas las su­gerencias de su vasta cultura literaria y deseoso de probar las imágenes, los metros y las construcciones más diversas; el do­liente prisionero de Sant’Anna, jamás fati­gado de dirigir, a grandes y pequeños, sú­plicas por su liberación, tejiendo plegarias y elogios; el gran infeliz, por fin, que busca en la poesía religiosa consuelo y edi­ficación. No son muchas las que nos re­velan la vida íntima del poeta y de ellas ninguna pertenece a los dos cancioneros amorosos, compuestos más bien por gusto literario que por pasión profunda: Lucrecia, Laura y las otras mujeres de sus poesías son figuras apagadas, y al Tasso gran poeta de amor hay que buscarlo en su Jerusalén libertada (v.), en los episodios de Tancredo (v.), de Herminia (v.), de Armida (v.).

Pero en todo momento es siempre un artífice impecable y no carente de notable origina­lidad y en muchísimas rimas aparece un espíritu singularmente sensible que acierta a encontrar incluso en composiciones de ocasión un inesperado motivo de canto. En este aspecto son felicísimos no pocos ma­drigales, compuestos para ser musicados, siendo ya ellos mismos música merced al libre alternarse de las septetas y los en­decasílabos, y en el juego de las rimas y de las asonancias: delicada fantasía de be­lleza femenina y de una naturaleza pe­netrada totalmente de sentido humano: be­llas entre las demás son las que exaltan a Bianca Capello, gran duquesa de Toscana, y la villa medicea de Poggio en Caiano. A los madrigales se asemejan por la inspira­ción otras composiciones consideradas en­tre las mejores del poeta, como la llamada «Corona», bellísima exaltación de la her­mosa joven Laura, sobre un fondo de cie­los, aguas y verdor en una serie de es­tancias artificiosamente conjugadas («Bella ninfa del Po», «Ninfa hermana»); el soneto «En los años amargos», celebrando la be­lleza madura de Lucrecia d’Este; la canción «A la montaña de Ferrara», bella fantasía mitológica y cortesana; la elegantísima y maliciosa canción «A la morena», la cama­rera de la condesa de San Vítale, a quien cortejaba; el epitalamio a Marfisa d’Este, atrevidamente sensual; la canción a María de Saboya; la canción y la sextina a Porzia Mari, toda imágenes preciosas.

Otra poesía es la inspirada por su desgracia y su re­clusión en Sant’Anna. Son inolvidables las dos canciones «A las princesas Estenses» y «A Alfonso d’Este», nostálgica evocación de los bienes perdidos la primera, y trágica representación de la situación perdida la segunda, y algunos sonetos en los cuales el poeta logra plasmar el horror de su tra­gedia («Señor, en el precipicio adonde me arrojó / la Fortuna…»). Entre todas estas composiciones se distingue el fragmento de la canción al «Metauro», dedicada al duque de Urbino, en la que el poeta domina con mirada superior toda su vida, regida por un destino adverso. Son menos originales las poesías religiosas, páginas de pomposa elocuencia o actos de devoción: entre las mejores por sus acentos personales figura la canción «A la clemencia».

M. Fubini

Al igual que el ruiseñor, Tasso llena el aire y el bosque con los lamentos armo­niosos de un corazón que rebosa amor. (Goethe)

Cuando se proponía tratar el amor a la manera de Petrarca, lo sentía como Ovidio, y lo expresaba como Anacreonte, pero siem­pre más delicadamente que uno y otro… Siempre es el creador del lenguaje que em­plea: lenguaje nuevo, sumamente correcto, lleno de dulzura y majestad, de sublimidad y evidencia. (Foscolo)

De sus Rimas sobreviven algún soneto y alguna canción, efusiones de un alma tier­na e idílica. En vano busco allí los vesti­gios de cualquier pasión seria. Repertorio viejo de conceptos y formas con los refina­mientos al uso. (De Sanctis)

Aparte las poesías de íntegra y armó­nica conclusión, esplendores de viva poesía iluminan las grandes tiradas de todo gé­nero de composiciones. No es lícito confun­dir al Tasso con la falange de rimadores del siglo XVI… Hipérboles, esfuerzos retó­ricos, conceptos elementales y juegos de palabras y antítesis: todo lo que se llamará barroquismo se halla ya en las rimas de Tasso, pero ello representa cándidamente su parte caduca, más allá de la cual se siente el Tasso melodioso, de aquella do­liente melodía que es a la voz lo que a la luz de los ojos es el primer fugitivo pal­pitar del llanto. (F. Flora)