[Pompée]. Tragedia en cinco actos de Pierre Corneille (1606-1684), estrenada en París en 1643. Llega a Alejandría la noticia de la derrota de Farsalia, y Tolomeo, para ganarse el favor de César, decide matar a Pompeyo, que está a punto de llegar a Egipto a solicitar asilo.
No obstante, Cleopatra desearía que se le rindieran honores, ya que un día aseguró el trono a su padre; ella habla con seguridad al hermano, convencida del amor de César. Pompeyo, víctima del destino, es llevado de la nave a una barca, y una vez enviada su esposa hacia África, es muerto por los secuaces de Tolomeo, que lo decapitan, arrojando su cuerpo al mar. Llega entre tanto César, y Tolomeo se apresta a homenajearlo; preocupado por la oposición de su hermana, querría hacerla matar, pero le disuade de ello un cortesano. César, que ha recibido con desagrado el presente que le han hecho de la cabeza de Pompeyo, y considerándose en la ciudad como dueño y señor, desaprueba la conducta de Tolo- meo, lamentándose del enemigo muerto, y ordena que se le rindan honores y se le dediquen víctimas propiciatorias.
Deseando presentarse ante Cleopatra, se ve precisado a acoger primeramente a Cornelia, que los soldados de Tolomeo han recogido en el mar y traído prisionera. Orgullosa e indómita atiende las órdenes de César, que generosamente la retiene, si bien para mostrarle la forma en que vengará a su esposo. Mientras el romano se abandona a su pasión amorosa, Tolomeo, que se siente humillado, toma parte en una maquinación para asesinarle: serán los hombres de Cornelia los que actuarán. Pero ésta descubre a César el peligro: su propósito es que no muera asesinado, sino en el campo, a manos de los hijos de Pompeyo.
Entre tanto ha sido encontrado el cuerpo del muerto, y las cenizas son depositadas en una urna; Cornelia siente renovarse su dolor, a la vez que el odio hacia César. En vano Cleopatra ha intentado defender a su hermano, quien, junto con sus ministros y partidarios, muere combatiendo contra los soldados romanos, en tanto ella es proclamada reina. Pompeyo ha quedado vengado en Egipto, y una vez liberada Cornelia, marcha a África para reunirse con los partidarios del esposo, sus más dignos vengadores. Pompeyo, muerto, domina la tragedia (cuyo primer título fue La muerte de Pompeyo); la implacable sed de venganza de la viuda le da un carácter de austera romanidad.
César, que venga al rival, pero saca provecho de su desaparición; Tolomeo, que desenvuelve su juego ambiguo hasta caer víctima de él; Cleopatra, que hasta en el amor está atenta a sus intereses, todos los personajes guardan relación con la tragedia política, siempre del agrado del autor. Frente a la tensión de muchos pasajes, que recuerdan a Lucano, del que Corneille recoge materia y forma, desentonan las escenas amorosas, tiernas y galantes, en las que César pierde su compostura tan expresiva. Brillan a veces las virtudes del autor, pero no se articulan de una manera armoniosa como en sus obras maestras.
V. Lugli
Corneille, después de haber buscado por algún tiempo el buen camino y .luchado contra el mal gusto de su siglo, por fin, inspirado por un genio extraordinario y ayudado por la lectura de los antiguos, hizo ver en la escena la razón, pero la razón acompañada por toda la magnificencia, todos los ornamentos de que nuestra lengua es capaz, y aunando felizmente la verosimilitud y lo maravilloso logró superar a todos sus rivales. (Racine)
Ninguno muestra rasgos más elevados, ninguno ha dejado la idea de un diálogo tan cabal y vehemente, ni ha logrado pintar de modo parecido la inflexibilidad y la fuerza de ánimo que nacen de la virtud. Incluso de las disputas, que yo le reprocho, brotan a veces relámpagos que sorprenden y batallas que, en verdad, elevan el corazón; y, por fin, aunque suela apartarse incesantemente de la naturaleza, hay que confesar que la pinta ingenuamente y con gran vigor en muchos momentos, y tan sólo en éstos es admirable. (Vauvenargues)
[Con respecto a Racine] Corneille es de otro tiempo; posee y expresa una naturaleza más ruda y más fuerte, como fue durante mucho tiempo la naturaleza francesa, es decir, una naturaleza intelectual y voluntariosa, consciente y activa. (Lanson)