Poesías, Stéphane Mallarmé

[Poésies]. Bajo este título, Stéphane Mallarmé (1842-1898) reunió la primera parte de su producción poética hasta 1887, reeditada más tarde, con algunas añadiduras, en la edición de 1898, que ha de considerarse definitiva. Muy pocas poesías más se añadieron al breve libro («Vers de circonstances») después de su muerte. La poesía de Mallarmé es de proverbial oscuridad y de extrema origina­lidad en la forma.

Para explicarlo es ne­cesario precisar su posición de heredero inmediato de Baudelaire, oscilante entre dos escuelas: el Parnasianismo (v.), uno de cuyos maestros fue Baudelaire, y el Sim­bolismo (v.), del que éste fue iniciador. De Baudelaire, en efecto, viene el obsti­nado esfuerzo de destruir los esquemas retóricos del discurso poético tradicional, de sustraer la inspiración a los moldes de las expresiones habituales, para devolver a las palabras una absoluta virginidad, una fuerza de evocación y de sugestión que vaya más allá del sencillo significado logicoprosaico. De ahí había arrancado Verlaine para alcanzar un nuevo ritmo interno y una musicalidad que se identifica con la imagen poética y apenas obedece ya a las reglas de la versificación tradicional.

Pero Mallarmé no es un seguidor suyo; es paralelo a Verlaine y quiere «interpreta la preocupación musical en el  sentido más amplio». Temperamento lúcidamente cere­bral, la característica más evidente y pro­funda de su poesía está en el esfuerzo de recoger la musicalidad alusiva del Simbo­lismo en formas clásicamente precisas. Con este procedimiento su poesía pretende cap­tar, pudiéramos decir, no la esencia de las cosas, sino la esencia ideal de nuestras fantasías más fugaces. Para hacerlo es pre­ciso «ceder la iniciativa a las palabras», dejarse guiar por los ecos y llamadas que despiertan en nuestra mente. Se comprende, pues, que Mallarmé, lo mismo que Rimbaud, deba ser considerado como el inicia­dor de todas las modalidades poéticas, no sólo francesas, que se originan de una esté­tica intelectualista, hasta el Surrealismo contemporáneo; y que su poesía parezca difícil y oscura, pero rica en inesperados destellos de rara belleza.

El volumen de las Poesías está dividido en tres partes, en la primera de las cuales se encuentran dos «morceaux de bravoure», diversamente fa­mosos pero ambos de singular importancia:’ La siesta de un -fauno (v.) y Hérodías (v.). Además de éstos, tenemos una serie de poemas en general breves, en algunos de los cuales se advierte más que nunca la influencia de Baudelaire, mientras en otros brilla ya toda la originalidad del nuevo poeta. En «Salut» (la primera poesía) se trata el tema de la evasión del mundo de la realidad, imaginada como una navega­ción hacia lo desconocido («Soledad, escollo, astro Hacia cualquier cosa que haya merecido/El blanco afán de nuestra vela»); tema que se repite en «Brise marine», donde está el célebre verso: «La chair est triste, hélas!, et j’ai lu tous les livres».

«Les fenêtres» es la poesía más clara y tradicional, sostenida por una larga com­paración, una comentada alegoría: un en­fermo se asoma tristemente a las ventanas de un hospital, suspirando por el sereno mundo de fuera, olvidando por un mo­mento sus penas; así el poeta, oprimido por este bajo mundo, aspira con el alma a una atmósfera de espiritual pureza: «Au ciel antérieur où fleurit la Beauté»; sin embargo, es imposible huir de la realidad de aquí abajo, que es nuestra dueña y contamina hasta nuestros sueños, incluso las formas de arte más inmateriales. Cite­mos también el «Toast funèbre a Théophile Gautier» y «L’éventail de Mademoiselle Mallarmé», por el juego ligero y precioso de las imágenes («Ce blanc vol fermé que tu poses/Contre le feu d’un bracelet»); así como la nota «Prose pour des Esseintes», es decir, la «prosa poética» dedicada al héroe del libro Al revés (v.) de Huysmans, famosa por su oscuridad.

La parte central del libro es «Feuillets d’album», donde aparecen curiosas y fantásticas cancioncillas populares («Le savetier», «La mar­chande d’herbes aromatiques», «Le vitrier», etcétera). La última parte está compuesta de sonetos, entre los cuales son caracte­rísticos los «Tombeaux» de Poe y de Baude­laire, un significativo «Hommage» a Wag­ner y otras extrañas poesías amorosas, juegos, impresiones, etc. [Trad. parcial de Xavier de Salas en la selección antológica de poesías de Stéphane Mallarmé, de «Poe­sía en la mano» (Barcelona, 1940)].

M. Bonfantini

Quizá lo que le faltó no fue tanto la fuerza de expresión como la percepción de las posibilidades y límites del lenguaje. Que­darán de su último estilo, el único gracias al cual contará en la historia de la poesía, versos aislaxios que alcanzan una belleza singular, cuando aparecen en mitad de un comentario que los ilumina. (Lanson) Sólo conseguía producir muy poco, pero ese poco, apenas saboreado, quitaba el gusto de toda otra poesía. (Valéry)

El representante último y perfecto del «Parnasse», su cima, su totalidad y su con­sumación… un iniciador. (A. Gide)

Mallarmé fue el primer hombre del siglo pasado que quiso ser poeta. (Ortega y Gasset)

Para comprender la vida, la poesía y la obra de este gran hombre hay que referir­se a algunas máximas de Joubert, a su maravilloso ensayo breve sobre el pudor. Pese a cuanto los separa, es imposible no unir en nuestro pensamiento las imágenes del último de nuestros grandes moralistas con el autor de Un coup de dés. Uno y otro testimonian, mejor que escritores mucho más famosos y citados, lo que hay de trans­parente y secreto en el genio francés más verdadero. (E. Jaloux)

Ninguna de las angustias ni de las espe­ranzas del ser humano hace sentir su voz en este paraíso artificial. Los tormentos de la naturaleza, las sordas y pesadas rebelio­nes del instinto, de la carne, de los sufri­mientos, el inesperado surgir de los fantas­mas interiores, no tienen lugar en esta magia que sólo conoce la transparencia. (A. Béguin)