La obra poética del sacerdote y humanista español Alberto Rodríguez de Lista y Aragón (1775-1848), conocido en la historia de la literatura con el nombre de Alberto Lista, es quizá una de las más importantes de su siglo. Es el poeta más considerable de la escuela sevillana y la totalidad de su obra está constituida por obras originales, traducciones, adaptaciones, etc.
Lista tradujo e imitó a Horacio, Petrarca, Tasso, Metastasio, Pope, Browning, Fray Luis de León, Herrera, etc. El poeta se vincula a la tradición que podríamos llamar clásica, y sus preferencias van hacia San Juan de la Cruz y Fray Luis. Pope y Browning, a pesar de que los tradujo, no influyeron en él en absoluto. Su actitud literaria nos la aclara el mismo poeta: «He pugnado por reunir en la versificación, muy variada en cuanto a los metros, la valentía y fluidez de mi maestro Rio ja con el artificio admirable y generalmente poco estudiado de los versos de Calderón», manifestación ésta que debe ser tenida en cuenta para el estudio de la valoración del arte calderoniano.
Las innovaciones métricas de que habla Lista en el fragmento citado son el uso de la octava dodecasílaba, de la silva con alejandrinos en lugar de endecasílabos, de estrofas con dodecasílabos y hexasílabos alternados, etc. Sus poesías fueron editadas en 1837, pero muchas de ellas permanecieron inéditas hasta que en 1927 fueron publicadas en el volumen Poesías inéditas por José María de Cossío. Lista pagó su tributo a las concepciones didácticas y moralizantes de su tiempo. En todas sus poesías advertimos un tono y una intención moralizadora, especialmente en sus «Odas morales» (así «La Beneficencia», que contiene versos excelentes). Otro defecto de su obra es el uso de un complicado aparato mitológico que el autor aplica indistintamente a todos los temas que trata. Estas largas comparaciones mitológicas constituyen un lastre constante en su obra, fruto de su actitud de imitador de Horacio tal como se entendía a principios del siglo XIX.
Entre sus poemas cumple destacar: «Oda a la Sabiduría», el romance «El pescador Anfriso», el poema patriótico «A la victoria de Bailén», y la oda «Al sueño», llena de versos rápidos y brillantes; el «Canto del Esposo», imitación de San Juan de la Cruz; el conocido poema «A la muerte de Jesús», cuyas bellezas — a juicio de Menéndez Pelayo — son más oratorias que líricas; «El triunfo de la tolerancia», «La Amistad», etc. Generalmente su obra se divide en poesías profanas, filosóficas, religiosas, etc. Pero siempre su poesía se caracteriza por una ternura, por una emoción directa que contrasta un poco con las rígidas formas neoclásicas, y es precisamente la mezcla de estos dos elementos lo que marca profundamente su poesía.
La palabra, a pesar de tener un papel oratorio, nunca deja de ser emocionada: «¿Quién abrió los raudales/de esas sangrientas llagas, amor mío?/¿Quién cubrió tus mejillas celestiales/de lorra y palidez? ¿Cuál brazo impío/a tu frente divina/ciñó corona de punzante espina?». Lista, como San Juan de la Cruz, se deleita en las palabras, en su significado pleno e insustituible: «Así cantó el esposo/y el aura celestial lleva su acento/con susurro amoroso/y de su blando aliento/siente la esposa perfumado el viento». A este respecto y refiriéndose a la composición «A la muerte de Jesús» dice el crítico ‘ e historiador de la literatura española Ángel Valbuena Prat, que esta obra de arte «es una poesía de fuerza y movimiento contenido, que explica la posición lírica de su autor.
Trata de fundir una cierta contención horaciana — revelada en muchas versiones e imitaciones directas del poeta latino — con el ímpetu, el entusiasmo y el color de sus sentimientos y sensibilidad prerrománticos. Estudió mucho la forma externa y llegó a dominarla en rotundas estrofas. El color de la escuela sevillana adquiere motivos brillantes, y las ideas filantrópicas de la Enciclopedia plasman en versos recortados su estela de sentimentalidad». El empleo de muchas palabras que todavía encajan perfectamente dentro del aparato de la estrofa neoclásica, pero son directamente emocionadas, el dinamismo, el contraste entre sombra y luz, la nostalgia amorosa, no son otra cosa — como justamente han destacado los críticos — sino anuncios del romanticismo que se avecina. «No faltaba — dice Valbuena — la lágrima prerromántica vertida en la elegía «A Silvio en la muerte de su hija»: «¡Ay, tu contento/se sepultó en las sombras de la tumba!».
Y este tono prerromántico aparece claro en «Las ruinas de Sagunto», «El sueño del Infortunio» y «Al sueño, el himno del desgraciado» — si bien estos dos acusan un carácter más melancólico y sentimental. Pero la poesía que más fama le ha dado — como decíamos antes — es «A la muerte de Jesús», con la afortunada alusión final a la responsabilidad y culpabilidad universal en la muerte del Redentor: «Muere… Gemid, humanos;/todos en él pusisteis vuestras manos». «Lista es un gran poeta, como virtuoso de la forma, como dominador de la técnica, como cincelador de rotundas estrofas, y en su colorido y magnificencia no excluye un contenido de emoción desde las composiciones religiosas y filosóficas a las levemente impregnadas de sentimiento de amor… Poeta andaluz, por raza y tradición, clásico por el pulimentó de la forma y la original interpretación de Horacio, ocupa, en la generación algo más avanzada que la de Meléndez Valdés, un puesto próximo a éste en la lírica de transición al romanticismo». Su obra poética, al igual que la de Meléndez Valdés, sé destaca en el ambiente poético español del siglo XIX.