[Pécheur d’Islande]. Novela de Pierre Loti (Julien Viaud, 1850-1923), que, aparecida en 1886, es considerada como la obra cumbre del maestro de la «narración exótica»; el exotismo es aquí más bien «moral», ya que la acción se desarrolla en Bretaña.
La Bretaña de Pierre Loti es, en efecto, toda marítima; un país fabuloso, primitivo, separado del resto del mundo. Todos los hombres de la región son pescadores, «pescadores de Islandia», porque todos los años, con sus toscas y sólidas barcas, van a desafiar las nieblas y las tempestades del extremo Norte, al acecho de los bancos de arenques; las mujeres quedan en casa esperándolos, cuidando de los niños y de los pequeños campos; algunas veces una barca no vuelve, y en el pequeño cementerio aparece un recuerdo en el lugar que debería ocupar el ataúd del desaparecido.
En este ambiente florece el amor de Yann y de Gaud: él, uno de los mejores pescadores, especie de hermoso gigante sencillo y bueno; ella, una huérfana, cuya alma buena y sensible se transparenta bajó el velo de los gestos y de las actitudes tradicionales. El amor es sencillo, casi sin historia. Siguen las bodas, pintorescas y alegres, de las que Yann vuelve con ramilletes de flores «prendidos al azar sobre su amplio pecho», al lado de la esposa ilusionada y temerosa; y a las pocas semanas de vida en común, dé alegría recogida y de castas embriagueces, la partida: largas veladas y recíprocos pensamientos bajo dos lámparas de petróleo casi iguales, suspendida la una de las toscas vigas de la cabaña en la extremidad del pueblo, la otra oscilando a los golpes de mar bajo la cubierta del barco; y la larga, atormentada e inútil espera de Gaud. Porque Yann no volverá…
Pasada la primera marejada de entusiasmo le fue bastante fácil a la crítica precisar la «receta» del libro e individualizar los ingredientes, ayudada también en el empeño por un par de réplicas menos felices que el propio Loti hizo seguir a poca distancia de años (v. Mi hermano Ivo). Identificóse así un sólido substrato de aquel «naturalismo» que en muchos autores apuntaba ya al regionalismo, y junto a él, influencias simbolistas y decadentes; de aquí una sutileza de análisis y una tendencia al replegamiento interior, casi morbosa, que vienen a exagerar el tópico tradicional en las literaturas clásicas de atribuir refinadísimas delicadezas de sentimiento a hombres de vida simple y rústica. Y de esto a acusar al libro de artificioso, sólo media un paso, Pero el realismo de Pierre Loti (que, siendo marino, hablaba por experiencia directa) aparece discreto y sobrio, sin pompa de «color local», al menos en Pescador de Islandia; el refinamiento del sentir reside más en el tono y en los matices que en la sustancia psicológica; la lengua conserva una sencillez extraordinaria, con una monotonía de cadencias que hace pensar en ciertas canciones populares.
Cierto que el «sentimiento», que Loti no economizó en grado alguno, se da en situaciones de innegable y extraordinaria sencillez (el episodio de la vieja abuela a la que comunican brutalmente, en un oficio, la muerte de su nieto en la guerra, en la lejana Indochina). Hay, en suma, en este Loti, aunque bastante menos que en otros de sus demasiado afortunados libros suyos, algo rebuscado, un afán de efectos demasiado al descubierto; pero hay también una maestría innata, y sobre todo una auténtica vena de poesía, una intuición melancólica y elegiaca de la vida, que recuerda la de su paisano Fromentin (v. Dominique).
M. Bonfantini
Loti es uno de los grandes descriptivos de nuestra literatura; su puesto está al lado de Chateaubriand, por la exactitud ya fina, ya vigorosa de tonos con los que fija los más movibles y extraños aspectos de la naturaleza. (Lanson)
Tranquilamente, el periplo de su fantasía se realiza como si se tratase del primer hombre en la primera jomada de la creación, y como si nadie hubiese pensado nunca en escribir. (Du Bos)
Novela, narración, pintura impregnada de poesía, de la poesía más simple, más discreta, más irresistiblemente penetrante; una lengua pura, una desnudez clásica, un ritmo de canción o de balada. (Thibaudet)