[I trattenimenti]. Obrita de Scipione Bargagli (1540-1612), publicada en Venecia en 1587. El autor finge que los tres últimos días del carnaval del año 1554, en Siena, durante el asedio hecho a la ciudad por florentinos y españoles —cuyos horrores, aunque históricamente exactos, describe con demasiada verbosidad— cuatro damas y cinco caballeros se dan cita para distraerse con honestos coloquios sobre temas generales. El autor hace una minuciosa relación de los juegos con los que se entretienen y, sobre todo, se detiene en las cuestiones amorosas, sobre las que dos caballeros deben sostener, respectivamente, con sus razonamientos, las opuestas soluciones que pueden darse a las siguientes dudas: ¿Un noble enamorado debe preferir las armas o las letras? ¿En el amor tiene más valor el arte o la naturaleza? ¿Hay que amar encubierta o abiertamente? Las tres jornadas terminan con un canto entonado por uno de los del grupo, y en cada una de ellas se narran dos cuentos, generalmente a modo de penitencia infligida a los jugadores. Si el resto del libro — tachado frecuentemente de servil imitación del Decamerón (v.) — tiene importancia casi exclusivamente por la historia de las costumbres, sus narraciones presentan por el contrario notables méritos literarios. En las dos primeras jornadas se alterna el tono patético con el cómico. Por una parte la historia de las dos familias enemigas, los Rinaldini y los Tegolei, que se reconcilian gracias al amor que une a dos hijos suyos, y la poética narración de Cangenova Salimbeni, la dulce muchacha que muere, en su sueño de amor, junto a la tumba de su amado Ippolito. Por otra parte, la burla de un marido incauto, con sus tristes consecuencias, y las artimañas con que una pareja de enamorados se salva de las más escabrosas situaciones. En la tercera jornada se encuentran casi contrapuestas dos concepciones diversas del honor: la de la doncella que enmascarada y a oscuras se entrega a su amante sin ningún escrúpulo, y la de la mujer que sabe defenderse valientemente de un audaz galanteador. Aparte de la gracia innata al dialecto de Siena, son dignas de elogio en todas estas narraciones la sencillez y la exactitud; la de Cangenova— la joya de la colección — es digna de ponerse junto a los mejores ejemplos de la novelística del siglo XVI.
E. C. Valla