También la música se ha inspirado en el personaje de Eulenspiegel; es famoso el poema sinfónico op. 28, Las travesuras de Till Eulenspiegel [Till Eulenspiegels lustige Streiche], de Richard Strauss (1864-1949), estrenado en Colonia en 1895.
Después del fracaso de la ópera Guntram, en 1894, Strauss acentuaba casi con despecho la actitud polémica de su música sinfónica, sin renunciar empero a los recursos seguros de la forma preestablecida. Y este poema toma la forma de un rondó por el retorno periódico de un curioso tema, que aparece por primera vez como una inolvidable y descarada intervención de la trompa, que se completa con un extraño dibujo del clarinete: pirueta humorística, llena de sabor. Este es Till, inagotable inventor de burlas, héroe de una de las novelas más antiguas de la literatura alemana, buen diablo que vive al día pero que no se resigna a la maldad, a la estulticia, a la hipocresía, a la soberbia de los grandes señores ni de los mercaderes y, en cuanto puede, los humilla, o bien les interroga, se burla de ellos, y luego se va tarareando un vals y en busca de otra bribonada. Pero se enamora: y ahí está su mal. Pues la hermosa lo hace sufrir y le responde luego con un no. Pierde la flema, cae en manos de la justicia y es ahorcado. Muere, pero su espíritu permanece como herencia de la vieja alemania y el poeta le da las gracias por el regalo. El tematismo straussiano, esencialmente variable y modificador, aparece espléndido y completamente formado en el Till, escrito a los treinta y un años. Algunos lo consideran el más bello de los poemas straussianos; otros prefieren el Don Juan (v.) o la Vida del héroe (v.), pero nadie deja de colocarlo entre las obras más significativas del maestro de Munich.
E. M. Dufflocq
Esta composición se parece a «una hora de música entre locos»: los clarinetes describen las trayectorias más extravagantes, las trompetas no abandonan, ni por un instante la sordina, y las trompas, al prevenir latentes estornudos, se precipitan educadamente a contestar «Jesús»; un bombo parece subrayar con sus «bum-bum» las pataletas de los clowns; nos sentimos presa del deseo de reír a carcajadas o de chillar con todas las fuerzas, sorprendidos, en cambio, de que todo quede en su sitio… Todo ello no impide que esta pieza sea genial en algunos aspectos; por la prodigiosa maestría orquestal en primer lugar y luego por el frenesí del movimiento que nos transporta del principio al fin y que nos guía a través de las aventuras del héroe. (Debussy)
* Sowizdrzal (v.), cuento popular polaco del siglo XVI, repite en gran parte la gesta del Eulenspiegel alemán.