Las Avispas, Aristófanes

Comedia de Aristófanes (450-385 a. de C.), estrenada en Atenas en el año 422 a. de C. Como en casi todas las comedias de Aristófanes una in­triga casera oculta una sátira de costum­bres políticas contemporáneas. Esta vez se apunta a la manía judiciaria, que fue uno de los rasgos característicos del pueblo ate­niense. En la democrática Atenas ejercían de jueces seis mil ciudadanos, elegidos por sorteo cada año y distribuidos por turno en los tribunales bajo la presidencia de los arcontes. Recibían por sus actuaciones una compensación que por el tiempo en que la comedia fue escrita había sido elevada de un óbolo a tres, de manera que muchos ha­llaban en ello su provecho, y la pasión por los procesos no había hecho sino cre­cer extraordinariamente. El anciano Filocleon (admirador de Cleón, el famoso de­magogo) es precisamente uno de estos ma­niáticos, y se pasaría la vida en los tri­bunales, si su hijo Bdelicleón (al que odia Cleón) no le tuviese secuestrado en casa con la ayuda de sus criados. El viejo faná­tico, después de una serie de cómicas ten­tativas de evasión recibe refuerzos de sus colegas, que vienen por la noche a alentarle. Éstos componen el coro, cómicamente disfrazados de avispas, con un coselete ce­ñido en la cintura y un aguijón colgante por detrás, y que viene a ser una alegoría del carácter litigioso y punzante del pue­blo ateniense.

Cuando, con ayuda de ellos Filocleón se ha escapado por la ventana, tiene que habérselas con los de su casa que acuden para volver a encerrarle. La reyerta se resuelve en una disputa entre padre e hijo y Bdelicleón, refutando con lógica ar­gumentación las razones de Filocleón de­muestra lo ilusoria que es la persuación en que el cargo de juez confiera decoro y autoridad a los ciudadanos, y demuestra con gran cantidad de hechos y de cifras preci­sas que los tres óbolos de compensación no son más que un capricho demagógico, que sólo sirve para hacer olvidar las grandes cantidades de dinero con que los jefes del pueblo, con Cleón a la cabeza, llenan sus bolsillos con los tributos de los aliados. Los viejos maniáticos quedan confundidos y Bdelicleón prepara a su padre convenci­do, pero no del todo curado, una especie de tribunal doméstico, en que se desenvuelve un estrafalario proceso entre dos perros de la casa. Toda esta escena con sus cómicas ocurrencias, es una alegoría del proceso in­tentado por Cleón contra el general Laquetes. La comedia se termina con una serie de escenas de pura farsa, en las que vemos al anciano convertido de su manía judiciaria, arrojarse de cabeza a la vida disipada de los jóvenes; y todo acaba en banquetes y canciones, con acompañamiento de chis­tes, palos y danzas frenéticas. Filocleón, a pesar de ser una de las creaciones más felices de Aristófanes por el vigor con que está trazado su fanatismo, pierde en el final de la obra mucha parte de su carácter y se reduce un poco a las proporciones de un payaso. En realidad, la última parte de la comedia, más que derivar naturalmente de la primera, parece una especie de farsa po­pular, venida a lo demás de la obra para solaz de la parte del público de gustos más groseros. [Trad. de Federico Baraibar y Zumárraga, en Comedias, tomo II (Madrid, 1880) y de R. Martínez Lafuente, en Come­dias, tomo II (Valencia, 1916)].

A. Brambilla

…yo paso actualmente todas mis mañanas con Aristófanes. He aquí un poeta verda­deramente bello, vigoroso y vehemente; pero no es decente ni es moral: es sencilla­mente sublime. (Flaubert)