[La vie de Marianne]. Novela de Pierre de Marivaux (1688-1763), publicada entre los años 1731 y 1741. Mariana, condesa de *, relata su vida en una serie de cartas a una amiga.
A los dos años de edad salvóse por sus propios medios del asalto que unos ladrones habían hecho a un carruaje en el que murieron sus padres. Educada por un sacerdote y su hermana, se queda, a los quince años, sola y sin medios en París. Un hombre ya viejo, Climal, le ofrece su ayuda, pero pronto se muestra como un libertino hipócrita. Un joven, Valville, se enamora de ella, y después de creer que había tenido relaciones con el viejo, averigua su inocencia y se muestra dispuesto a contraer matrimonio con ella. Personas poderosas intentan oponerse a tal boda, y Mariana es encerrada rápidamente en un convento y se le aconseja que se haga monja o que acepte otro esposo, peligro que la buena madre de Valville conjura. Valville se enamora de otra, y Mariana, a pesar de desdeñar un nuevo partido, quiere dejar libre al joven e intenta hacerse monja.
Una de las hermanas le cuenta la romántica historia de sus amores, de la que saca el consejo de no tomar precipitadamente una decisión tan importante. Al final Mariana triunfa: Valville vuelve a ella y la toma por esposa; además se descubre que es de noble familia. Es una narración clara, amable, de un sonriente optimismo, no faltando en ella personas malas, pero todas ellas se arrepienten. Hay un discreto realismo, especialmente vivo en la descripción de las calles y las bodegas de París. A través de una interminable charlatanería, Mariana revela su espíritu, si no profundo, extremadamente femenino. Falta profundidad y estudio analítico, si bien los detalles esbozados son todos ellos precisos y casi siempre agudos. Y este variado relato de una honesta muchacha no dejó de influir sobre Richardson en su Pamela (v.) y en su Clarissa (v.). Habiendo quedado la obra sin terminar, su duodécima y última parte fue concluida por la señora Riccoboni.
V. Lugli
Lo que Racine hizo para el amor trágico, causante de locuras, de delito y de muerte, Marivaux lo hace para el amor que ni es trágico, ni ridículo, sino un íntimo sufrimiento o alegría sin estrépitos, para el amor simplemente real, profundo, tierno. (Lanson)