Revista artístico literaria fundada por el editor Angelo Sommaruga (1857-1942) y publicada en Roma desde el 15 de junio de 1881 hasta el 16 de marzo de 1885. Tuvo en seguida gran resonancia por la pulcritud de la edición y el prestigio de sus colaboradores, el primero de ellos Carducci, y luego Guerrini y Chiarini, Nencioni y Boito, Verga, Capuana, Imbriani, y todos los más conocidos escritores del momento. Pero más que por los mencionados (que en ella prestaron una colaboración asidua, pero externa, sin influir en el carácter y el gusto de la revista), la Cronaca Bizantina se benefició de la fastuosa y preciosa colaboración de los más jóvenes, D’Annunzio sobre todo, y también Scarfoglio, la Serao, Salvadori y otros. De la singularidad de sus preferencias estéticas y críticas, mundanas y sentimentales, surgió un verdadero movimiento literario, aunque nunca explícitamente declarado, que precisamente del «bizantinismo» a su gusto dio un sentido al nombre de la revista, aun cuando, según la intención de Sommaruga, debiese representar una respuesta al dístico carducciano que adornó siempre la portada: «Impronta Italia domandava Roma — Bisanzio essi le han dato».
Sommaruga, ayudado por Cesario Testa, contribuyó a fundir los distintos temperamentos con la munificencia de sus retribuciones y de la estrepitosa «rédame», única en su género en la historia de la industria editorial italiana. Para determinar la importancia de la revista es suficiente el hecho de haber interpretado, íntegramente como ninguna otra, el espíritu refinado y sensible de la generación que presidió D’Annunzio y que éste llevó a las consecuencias más extremas: la tendencia a estetizar todo movimiento espiritual en ese camino de cultura del que el Convito (v.) de De Bosis es la meta ficticia y, técnicamente, más decadentista. La Cronaca Bizantina es el más extenso documento representativo de esta tendencia, realizando artísticamente las ambiciones de la sociedad de fines del Ochocientos, absorbiendo en sus ricas páginas, por decirlo con Scipio Slataper, «una genial mundanidad, un diletantismo sensual, una elegancia de bellos tedios». Después de cuatro años, la revista, a consecuencia del golpe recibido por Sommaruga con el desbarajuste financiero y dado que desde 1884 los más jóvenes, como D’Annunzio y Scarfoglio, habían desertado por razones críticas, dejó de publicarse.
Siguen luego dos nuevas series, la primera resultado de la fusión con la «Domenica letteraria» (del 3 de mayo al 7 de noviembre de 1885), y una segunda, bajo la dirección de D’Annunzio, que comprende pocos números. Pero con esta última reencarnación, en la que se notaba un mayor esfuerzo estético y cultural, nos hallamos ya fuera del primitivo carácter de la revista.
G. Petrocchi