[Skazanie o njevidimonm gradje Kitjeze i djevje Fedronij]. ópera en cuatro actos y seis cuadros sobre libreto de V. Brillsky, del compositor Nicolás Rimsky-Korsakov (Nicolaj Rimskij-Korsakov, 1844-1908), estrenada en San Petersburgo en 1907. Su argumento deriva de dos leyendas populares rusas que el título original de la obra indica claramente. La gran Kitej, de marmóreos palacios y de resplandecientes cúpulas, está a punto de ser tomada por los tártaros, que han ocupado ya su suburbio (la pequeña Kitej). Pero contra el ímpetu de los feroces mongoles vence el mágico poder de la doncella Fevronia, la bellísima muchacha, por su pureza que la aproxima a Dios y a la naturaleza. Con fervorosas plegarias obtiene el milagro: la ciudad se hace invisible y, en su lugar, no queda más que terreno inculto. A lo lejos, en la profundidad de las aguas transparentes del lago, se divisa, invertida, la ciudad que se ha tornado eterna; en ella, Fevronia se une en místicas nupcias con el príncipe de Kitej. En el primer acto el príncipe de Kitej promete amor a la doncella Fevronia; en la música resuenan armonías silvestres, de cantos idílicos, de toques de caza. El segundo acto es rico en color local y contrastes; en la pequeña Kitej, entre la muchedumbre, Fevronia se dispone a ir al palacio real, donde la esperan para las bodas. El comentario orquestal, ágil y rico, corresponde al juego escénico; pero he aquí, grave y amenazador, un motivo bárbaro que suena para anunciar el rápido avance de los tártaros, que ya irrumpen ávidos de botín y de sangre; Griscka, amenazado de muerte, se presta a guiarlos hacia la gran Kitej.
En el primer cuadro del tercer acto el príncipe se dirige con los suyos contra los enemigos; pero el canto de guerra cede ante una plegaria que entona el pueblo, mientras poco a poco la ciudad, envuelta en una niebla de oro, se va hundiendo. En el segundo cuadro, Fevronia y Griscka, prisioneros de los tártaros, consiguen huir durante la noche. Al alba, un celestial repique de campanas despierta a los tártaros que, ante el espejismo de la ciudad sumergida, aterrorizados, huyen en desorden. El último acto está impregnado de una paradisíaca suavidad que se comunica al canto de las voces, a las armonías y los timbres de la orquesta. Es el epílogo del drama: la redención del dolor terreno en el regocijo de la eternidad. Todos los inmolados por la patria están sentados en santa alegría en torno a Fevronia y a su esposo, unidos por un vínculo inmortal de amor. En el cuadro de los personajes que resaltan sobre el fondo vivaz y policromo de las cosas, tiene notable relieve la figura de Griscka, el borracho, llamado «Kutierma» (Confusión): frenético, burlón, ignominioso, para sí y para los demás, hace traición a sus hermanos, y después parece arrepentirse y, enloquecido, huye y se desvanece en la nada.
La música está construida sobre temas originales del folklore popular ruso, y de la melopea litúrgica ortodoxa; elementos que la fastuosa fantasía de Rimsky-Korsakov elabora y enriquece para crear la atmósfera sugestiva en la cual el tono legendario y místico de la situación halla su exaltación. Su expresión musical colorea con vigor de claroscuro los distintos momentos de la fábula dramática.
M. Bruní